Cuando acabó el partido, nos fuimos al mismo bar que el año pasado, cuando el ascenso. Estaba libre la misma mesa y pedimos lo mismo ... de beber. Nos situamos de forma idéntica y dijimos eso de «la vida es lo que pasa entre que el Covirán nos da una alegría y nos da un alegrón».
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No puedo expresar con palabras el cúmulo de sensaciones que vivimos en el Palacio de los Deportes, de la esperanza y la emoción al pesar y el miedo; las dudas y las zozobras. Y por fin el júbilo, la explosión de una alegría sin límites. Cosas del baloncesto.
Por la noche, me costó conciliar el sueño. Había pasado todo el día inquieto y nervioso, pero desde las ocho de la tarde estaba cardiaco. Me dormí tarde y me desperté temprano. Tenía que prepararme: a primerísima hora tenía una entrevista cervecera con Chema Madoz, uno de mis fotógrafos de cabecera, un artista al que admiro, idolatro y reverencio desde tiempos inmemoriales. Volvía a estar nervioso, claro.
Digresión: antes de entregarme a la Milno me encontré con Enrique Bonet y Joaquín López Cruces, que siguen avanzando en su esperadísimo cómic sobre las Misiones Pedagógicas con pie firme. ¡Qué alegrón me dieron!
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En la inauguración de la exposición que Chema Madoz hace con Cervezas Alhambra charlé largo y tendido con Borja Casani, el comisario de la muestra. ¡Es otro de mis ídolos! Y qué brasa le di al pobre. Porque parte de lo que soy, además de al 'Ajoblanco', se lo debo a 'El Europeo'. Y a 'El estado mental'. Y al Omega, por supuesto. Ese disco que no se termina nunca. No le quedó más remedio que darme su teléfono, yo creo que por desesperación, a ver si me callaba de una puñetera vez y le dejaba en paz.
Fui a Correos y recogí el paquete en el que viene el cómic de Javier Olivares y mi querido y llorado Fernando Marías sobre 'El enigma Pertierra', pero de eso no quiero hablar aún.
Mientras, el caos se apoderaba de la campaña electoral. No les cuento nada que ustedes no sepan, ¿verdad? Lo de Maracena era una bomba de relojería que ha explotado a la vez que lo de Pulianas. ¡En qué momento! Entre la maría y la gasofa, la cosa está que arde.
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Volví a mi mesa de trabajo para escribir estas líneas y rematar el Gourmet, tras recoger un huevo… de avestruz. Cosas que pasan en el Zaidín. Iba con bulla: a las ocho —otra vez— teníamos bolo con José Abad y su libro sobre Robert Aldrich. ¿Sólo 24 horas? Nadie lo diría. Y es que, en Granada, el tiempo es elástico y se estira como un chicle, se multiplica. ¡Qué ciudad la nuestra! ¡Qué ciudad!
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