¡La calle (viva) es nuestra!
No lo olvidemos. La calle es nuestra. De los ciudadanos. Y ciudadanas. De la gente. De todo tipo, origen, procedencia y condición. De los de ... aquí y de los de fuera. De los de casa y de los visitantes.
Lo tengo muy escrito: me encanta que en nuestras calles y plazas pasen cosas. Por ejemplo, lo del cine planetario del Humilladero que arranca estos días. Sin haber visto nada de su contenido, el continente ya me tiene loquito. La vaina empezó cuando vi un anuncio en Instagram. Hice una captura de pantalla y se la mandé a mi gurú en la materia, Alicia Pelegrina, a ver qué me contaba.
Me fascinó su respuesta. Ciencia y espectáculo de la mano a través de una iniciativa privada que nos permitirá a los legos en la materia cósmica empezar a desentrañar algunos de sus secretos. ¡Otro estímulo más para verme 'Territorio Gravedad' enterito, que ya lo tenemos en Filmin! Me gusta esa instalación efímera igual que me gustó aquella pirámide truncada del pasado otoño. O cuando Fundación La Caixa instala sus carpas con su propuesta cultural.
Aunque jamás se me pasaría por la cabeza jugarme el tipo patinando, me pareció una gran idea aquella pista de hielo en Bib-Rambla, como me gustan sus centenarias terrazas para disfrutar del chocolate con churros. Que sí, que provocan ruido y jaleo, pero eso es lo que tiene vivir en una ciudad viva y con pulso. La paz y tranquilidad de los cementerios, para otros.
Mientras escribo estas palabras, domingo por la tarde, en el campo de fútbol Miguel Prieto los chaveas gritan y se dejan la piel sobre la hierba y las aficiones jalean a los equipos, tambores incluidos. Me gusta pasar los sábados por la mañana por el Carmelo y escuchar los silbatos de los árbitros y las voces de las niñas que juegan al baloncesto. Y en Navidad, el tinonino de las atracciones de Juveándalus, en la Feria de Muestras, tiene su encanto.
A veces molesta, claro que sí. En ocasiones, uno querría más silencio para dormir la siesta. Pero, insisto, la calle es de la gente y me gusta que haya meneíllo. Por ejemplo, el mercadillo del Zaidín, que se viene orilla de casa. ¡Bienvenido sea! Esa modalidad de comercio forma parte de la idiosincrasia de Granada y por una mañana a la semana tampoco pasa nada. ¡Vivan las calles rebosantes de vida! Y del cementerio, hablamos otro día.
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