Entre lo real y lo virtual

El uso desaforado de los aparatos tecnológicos, que nos lleva a ignorar todo lo que hay a nuestro alrededor, sólo nos conduce a enajenarnos de la realidad

Javier Martín Ríos

Domingo, 22 de octubre 2023, 23:18

Vivimos sumidos en un mundo tecnológico que avanza demasiado apresurado. Se nos anuncian nuevas aplicaciones por doquier y la vida, para los que no somos ... muy aficionados a tal dependencia de la tecnología, se nos va volviendo cada vez más laberíntica en muchos quehaceres cotidianos. No cabe duda de que hay que adaptarse a los tiempos en los que vivimos, pero tanta novedad ininterrumpida es casi imposible de asimilar. No voy a ponerme cascarrabias y menospreciar todo lo bueno que puede aportar la ciencia al desarrollo de la humanidad, pero creo que hay límites que se están sobrepasando y cierto aire de deshumanización se va apoderando de nuestras sociedades, cada día más esclavas de los aparatos tecnológicos que van copando nuestra existencia diaria. Hay personas –y no sólo hablo de los más jóvenes– que parecen que le tienen más apego a cualquier máquina con pantalla táctil que a un ser humano con el que poder charlar e intercambiar impresiones sobre cualquier asunto que envuelve nuestra vida cotidiana. El uso desaforado de los aparatos tecnológicos, que nos lleva a ignorar todo lo que hay a nuestro alrededor, sólo nos conduce a enajenarnos de la realidad, a una especie de cárcel virtual en la que vamos cayendo lentamente y nos va alejando de los sentires reales de la gente que está a nuestro lado, esto es, las personas que de verdad importan y que deberían centrar toda nuestra atención. Un dispositivo con pantalla táctil, por mucha Inteligencia Artificial con el que se haya construido, nunca podrá suplir un cara a cara con una persona con la que se pueda compartir experiencias, emociones y sentimientos.

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No hay duda de que los niños y los adolescentes son los más vulnerables al uso desmedido de los dispositivos electrónicos. Sin control parental alguno del tiempo que los utilizan y del propio uso que hacen con los mismos, el cóctel es explosivo y de ahí, de tanto en tanto, la alarma social cuando en la primera plana de los periódicos y los telediarios aparecen las noticias negativas sobre determinadas acciones cometidas por niños y adolescentes por culpa del mal uso de las aplicaciones informáticas y las redes sociales. Hace unas semanas tuvimos el caso de un pueblo de Extremadura, donde unos chicos supuestamente difundieron las imágenes desnudas de sus propias compañeras de instituto a través de una aplicación específica de Inteligencia Artificial para realizar estos falsos desnudos, pero utilizando la cara real de las menores. El asunto sigue en proceso, con la Fiscalía investigando a la mayoría de los implicados por la posible responsabilidad penal en los hechos. Luego hemos sabido que el mismo suceso ha ocurrido en otros lugares de España. Cuando salta una noticia impactante, la onda expansiva es imparable.

No hay duda de que los niños y los adolescentes son los más vulnerables al uso desmedido de los dispositivos electrónicos

Pero este problema no es local, sobrepasa las fronteras, y ya hay países que están legislando sobre el tiempo adecuado y el uso de los dispositivos electrónicos conectados a internet, como móviles, ordenadores o tabletas, por parte de los menores, ya que en el propio entorno familiar parece que se ha perdido el control y la autoridad sobre la utilización de dichos aparatos. La educación es fundamental para hacer frente a este dilema, pero a menudo olvidamos que la educación va más allá del recinto de la propia escuela o instituto, y se debería comenzar a dar ejemplo dentro de la familia del menor. Aquí nos encontramos con otro problema de gran calado: si los propios padres están enganchados al móvil todo el día, ¿qué ejemplo les pueden dar a sus hijos? La verdad que no mucho y así van las cosas.

Cada día estamos más inmersos en un mundo tecnológico que crece y crece sin parar. Todo va demasiado rápido, como nunca ocurrió antes en la historia de la Ciencia, y creo que se necesitaría una profunda reflexión sobre el alcance de todos estos avances tecnológicos en el día a día de nuestras vidas. Si no le otorgamos a las máquinas sólo el papel que les corresponde, esto es, ayudar a mejorar y progresar a la humanidad, vamos por el camino equivocado. Y no hablo de grandes y espectaculares aparatos tecnológicos, como pueden ser los robots de última generación y otras máquinas punteras que parecen sacadas de una película de ciencia ficción, sino de algo más a pie de calle, más simple y mundano, como esos dispositivos electrónicos asequibles para todo el mundo, que cualquier persona pueda llevar consigo en un bolsillo, un bolso o una mochila. Parece que ya no podemos vivir sin ellos, tampoco sin estar conectados al mundo virtual donde pasamos más horas de las que realmente necesitamos. No voy a negar el valor de los dispositivos electrónicos para la comunicación y la información en nuestro día a día, pero lo malo es cuando perdemos el control de su uso y quedamos alienados del mundo real. Si hay muchos adultos que les cuesta controlarlos, imagínense a un niño o a un adolescente que los maneja a su antojo, el tiempo que les da la gana, sin autoridad alguna que les diga donde están los límites de lo que se puede o no hacer con dichos dispositivos y las redes a los que están conectados. Entonces llegan los escándalos y nos echamos las manos a la cabeza.

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