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Investidura y gobernabilidad

A las complicaciones de articular una coalición se le suma el déficit de credibilidad de un pacto al que llega Sánchez a regañadientes

EDITORIAL

Martes, 23 de julio 2019, 21:51

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El candidato a la presidencia, Pedro Sánchez, no solo no alcanzó en la sesión de ayer la mayoría absoluta requerida por la Constitución para obtener la investidura, sino que la votación ofreció un resultado de 124 a favor, 170 en contra y 52 abstenciones. Un punto de partida que sitúa muy cuesta arriba la aproximación entre el PSOE y Unidas Podemos para lograr un acuerdo antes del mediodía de mañana jueves, como llave para que Sánchez pudiera recabar los apoyos y las abstenciones necesarias para continuar en la presidencia por mayoría simple. La sesión del lunes culminó con un claro distanciamiento entre el líder socialista y Pablo Iglesias, que vaticinaba poco menos que la ruptura de las negociaciones. Ayer, durante el pleno, la vicepresidenta Carmen Calvo quiso transmitir un mensaje conciliador, aunque insistiendo en la propuesta que Iglesias había calificado la víspera de «decorativa». Se sabe -por el voto telemático de Irene Montero- que a las 9 de la mañana Unidas Podemos tenía decidido optar por el 'no' en la primera votación, y que acabó inclinándose por la abstención hacia las 12, sin que se conozca si el cambio respondió a alguna gestión socialista, o se debió únicamente a un rasgo de prudencia que evitara a la formación morada responsabilizarse de una eventual ruptura de relaciones. Pero el lenguaje verbal y gestual con que Sánchez e Iglesias se han enfrentado en los últimos días refleja las dificultades que entraña establecer un pacto efectivo en tan pocas horas, a partir de un clima de tanta frialdad y desconfianza. A las complicaciones que supone articular un acuerdo de gobierno que merezca el calificativo de coalición, se le suma el déficit de credibilidad de un pacto al que Sánchez llegaría a regañadientes porque le parece excesivo, y que Iglesias tenderá a considerar insuficiente y hasta hiriente tras su renuncia a formar parte del Gobierno. El acuerdo no les será nada fácil, y tampoco puede descartarse que la investidura resulte finalmente fallida a 25 de julio. Pero más difícil parece que, de alcanzarse, ilusione a los propios -a las bases de PSOE y Unidas Podemos-, convenza a otros grupos parlamentarios, y transmita al resto del panorama político e institucional -incluida la UE-, y a la sociedad en general -incluidos los agentes económicos y sociales-, la seguridad de que es una alianza cohesionada y duradera. Cuando su propia composición pospondría, de entrada, buena parte de las reformas que requiere el país.

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