La insensata del rottweiler

Domingo, 19 de febrero 2023, 23:02

Debo tener mucho cuidado al escribir sobre este tema. Me subleva de tal manera que corro el riesgo de deslizarme hacia el uso de un ... lenguaje soez e inapropiado. El insulto grosero, la iracunda indignación. Tan es así que llevo días soslayando la cuestión, pero ya no puedo más.

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No le deseo mal a nadie, pero ojalá que a la dueña del rottweiler que ha atacado a cuatro personas en los últimos meses se le caiga el pelo. Y también a todos los directamente implicados en el asunto. Seguro que ustedes lo conocen bien, que los compañeros de IDEAL le están haciendo un seguimiento muy cercano a la noticia.

Tras el primer ataque del perro leí en Facebook una defensa del can de tal calibre que si hubiera escrito lo que pensaba me cerraban la cuenta, ipso facto. Se culpabilizaba a la niña víctima del ataque y a su madre de ser poco menos que unas intrusas por haber irrumpido en los dominios del animal que, pobrecito, reaccionó de la única manera que podía hacerlo: atacando a la chiquilla y a la madre que fue a socorrerla. A ver qué dictamina su señoría, ahora que se ha reabierto el caso y puede llegar a juicio.

Pero lo más indignante vino después, cuando se supo que la dueña del bicho iba a la perrera donde estaba encerrado y lo sacaba a pasear. Sin bozal, por supuesto, no se fuera a traumatizar el pobre animalico. Sobre todo después de haber mordido en cuestión de meses a dos personas, una de las cuáles lleva ya cinco operaciones a cuestas.

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En uno de esos bucólicos paseos, el rottweiler volvió a atacar a una niña y, en este caso, se revolvió contra su propia dueña. Según las informaciones publicadas, en la perrera la dejaban sacar al animal tan ricamente. ¿Qué decir ante este cúmulo de insensateces? ¿A qué punto de gilipollez llegan algunas personas?

Me hierve la sangre. Recuerdo una vez que, corriendo plácidamente por un parque granadino, un pitbull suelto y sin bozal se me echó encima. «¡Si no hace nada! Solo quiere jugar», decía el mentecato de su dueño.

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Comenté en las redes el susto que me llevé en aquella ocasión, y eso que los perros no suelen darme miedoñ. cCritiqué la naturalidad con la que muchos perros de razas potencialmente peligrosas campan a sus anchas en plena ciudad sin bozal, incluso sin correa… y me cayó encima la del pulpo.

Prefiero dejarlo aquí, que me estoy calentando otra vez y no quiero armar la gorda.

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