Las ganancias récord de las empresas energéticas durante el primer trimestre de 2022, que alcanzan el techo de 100.000 millones de dólares en todo ... el mundo, son «inmorales», revelando una «codicia grotesca que está castigando a las personas más pobres y vulnerables mientras destruye nuestro único hogar». Son palabras expresadas el pasado martes por Antonio Guterres, secretario general de la ONU, durante la presentación de un informe de la organización internacional por antonomasia. Ojo, es poco probable –aunque habrá quien lo sostenga– que Pedro Sánchez haya vertido el veneno del 'sanchismo' en la copa de cava de Guterres durante alguna recepción en Moncloa; o que Yolanda Díaz, en un descuido de este veterano político, haya mordido su yugular convirtiéndole en un sanguinario 'chavista' que duerme de día, y por las noches es el azote de 'libertarias' como Isabel Díaz Ayuso o de empresarios tan 'listos' como Ignacio Galán.
Yo diría más bien que se trata de la lógica reacción de una de las voces social y políticamente más autorizadas del mundo en un momento crítico de la humanidad en su conjunto; donde no puede volver a suceder lo ocurrido ayer mismo, en los años que siguieron a la crisis económica de 2008: cuando los estratos sociales más infortunados cayeron bajo la suela del beneficio de los más poderosos
El diccionario de la RAE define la moral como un «término perteneciente o relativo a las acciones de las personas, desde el punto de vista de su obrar en relación con el bien o el mal y en función de su vida individual y, sobre todo, colectiva»; y la ética como el «conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida». Como son dos términos que circulan paralelos en la misma dirección, yo me quedo con el segundo. No por mis conocimientos filosóficos o lingüísticos, que son, por desgracia para mí, bastante limitados, sino porque de un modo más o menos consciente, suelo relacionar la moral con la religión y la ética con el pensamiento racional y crítico. Repito que es un punto de vista muy personal y a buen seguro equivocado para alguno o alguna de ustedes, pero es el que me sale, qué le vamos a hacer.
Razones por las cuales prefiero observar a la empresas petroleras, gasísticas o eléctricas como poco o nada éticas conforme al código ético que ha de observarse en un entorno democrático y social, es decir, donde la libertad, la igualdad y la justicia reinen por encima de todas las cosas. Pero el mundo, por desgracia, no es así. El llamado mundo civilizado, tampoco. O, al menos, no del todo. Ni Europa, ni España... Y lo peor es que cada día que pasa nos alejamos un poco más de ese ideal.
Curiosamente, en una coyuntura histórica en la que la formación intelectual del ser humano y la información a la que tiene acceso debieran encontrarse en el mejor momento. Particularmente en España, nunca hubo tantos titulados y tituladas universitarios, nunca el acceso a la información fue tan fácil y barata. Pero, ¿cuántos españoles y españolas son ahora verdaderamente críticos ante la ausencia de ética de quienes les gobiernan o de quienes ostentan el poder económico?; ¿quiénes se salen de la senda marcada por las redes sociales y los 'opinadores' y/o periodistas horrendos, empedrada de palabras como 'facha', 'rojo', 'progre', 'sanchista' o 'bolivariano'?
La ciudadanía se enfrenta a las dificultades cada vez mayores del día a día y deja poco tiempo –por hartazgo u holgazanería– para el análisis sosegado y racional de lo que le sucede. Suele tirar por la calle de en medio en sus reacciones, casi siempre furibundas ante lo que entiende injusto. La inmoralidad o la falta de ética se difuminan entonces, confundiéndose las responsabilidades y, sobre todo, los responsables individuales de nuestras desdichas.
Pongamos como ejemplo que se obvia el hecho contrastado e innegable de que un gran empresario pague en proporción menos IRPF que un asalariado medio –a través de una ingeniería económica en mi opinión carente de ética– para alabar con humillante admiración que done unas migajas a la sanidad pública; al tiempo que se critica a los gobiernos que gravan las ganancias extraordinarias de determinadas empresas del IBEX durante la crisis, porque, al parecer –lo saben muy bien quienes carecen de ética–, «los repercutirán a sus clientes». En estas estamos.
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