Horrovisión electoral
Hay una generación de votantes que desconocen el mundo real porque se han educado políticamente en redes, y esto es una amenaza que irá creciendo con el paso de los años
Creo que confesé en estas páginas el pavor que le tengo a las campañas electorales, ya que cada vez que nos llaman a las urnas ... rememoro los peores recuerdos que sigo teniendo de mi tormentoso paso por la política. Precisamente a raíz de la polémica ridícula y bochornosa provocada por el horrofestival de Benidorm me daba cuenta de la simbiosis cuasi perfecta que se ha producido entre la política y el mundo del espectáculo.
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Ahora más que nunca nos enfrentamos a la 'salvamización' de la política y a la politización de los 'sálvame', hasta tal punto de que ya no se puede distinguir donde termina el circo y empieza el parlamento y viceversa. Esta es una de las consecuencias de ese virus llamado 15-M, para el cual no hay vacuna porque nadie la busca, y por el cual la izquierda desquiciada de este país está empeñada en enfangar absolutamente todo, desde la cuna hasta la tumba, de la basura ideológica que les ha acabado destrozando cualquier neurona operativa en su cerebro.
Siempre he sostenido que la burbuja de las redes sociales, en especial Twitter, todavía no refleja la realidad de la vida en carne y hueso, pero poco a poco la histeria de esas redes se va confundiendo con las necesidades de la mayoría de la gente por parte de unos políticos que comparten su tradicional pánico a la encuesta semanal de tendencias con las tendencias diarias de las redes sociales. Hay una generación de votantes que desconocen el mundo real porque se han educado políticamente en redes, y esto es una amenaza que irá creciendo con el paso de los años, hasta el punto de que dentro de 4 o 5 décadas esta vez sí la mayoría de ciudadanos estará reflejada, representada y educada por ese estercolero polarizado, violento y tóxico que es el mundo virtual interconectado. Sin ir más lejos, la cuestionada ganadora del dichoso festival ha tenido que cerrar su perfil en Twitter el mismo día que ganó el billete para Eurovisión, debido a la cantidad de insultos y amenazas que recibió por parte de los fanáticos de los otros candidatos perdedores. Las redes sociales nos han hecho peores personas, muchísimos más intolerantes y son un menoscabo a los valores democráticos y a la convivencia.
Pero, como decía, recordando las campañas electorales de mi época partidista veo que años más tarde no solamente todo sigue igual, sino que evoluciona a peor. Si décadas atrás muchos intelectuales de la política se lamentaban del triunfo del marketing electoral y la contienda política como lógica comercial, hoy tenemos una especie de campaña permanente donde la imagen, la apariencia y el espectáculo sustituye a lo que Cayetana pide en su libro inmortal: hablar a los ciudadanos como adultos, contándoles la verdad. Ahora la verdad se evita, porque casi todas son incómodas, y aquella máxima fascista de que una mentira repetida cien veces se convierte en verdad se ha tomado literalmente como una fórmula mágica: ya no se trata de engañar al ciudadano, sino que políticos y palmeros afines creen firmemente que su mentira es la verdad.
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Las campañas electorales de esta época son tediosas, aburridas, solo destinadas a fanáticos y propias de electores emocionales. Cada vez es más falso aquello de que en la política prevalece eso de la elección racional, que sí suele operar casi siempre en la lógica de mercado. Los activistas desean las elecciones para poder coleccionar selfis, votar en las encuestas digitales después de los debates y juntarse en la sede para ver los debates como si fueran hooligans en Liverpool. Nadie les explica que las grandes elecciones actuales se ganan o se pierden a lo largo de la legislatura en los medios de comunicación, salvo casos excepcionales como las ganadas por Ayuso.
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