Granizo
«Ante hechos de esta naturaleza, poco puede hacer la mano del hombre para prevenir la ruina y la desolación de los campos»
Juan Teruel
Periodista
Viernes, 1 de noviembre 2024, 23:15
Mucho tiempo nos pasamos en Almería deseando que llueva. Porque la verdad es que necesitamos agua. Lo que no necesitamos es que nos venga toda ... de golpe, y esto es lo que parece que está pasando últimamente. Cualquiera ha visto por televisión esas imágenes de lo que puede llegar a caer en algunos sitios de Almería tenidos por desiertos. Es como si el dios de la lluvia se hubiera hartado de tanto como le piden agua, y hubiera dicho `pues os vais a enterar'. Claro, que, entre ese dios y la humanidad, están los elementos que organizan todo esto y que también tienen mucho que decir. Por desgracia para todos nosotros, han hablado. Lo que también ocurre es que las divinidades no comparten los criterios humanos que se creen que a los dioses se les pueden imponer las cosas. De modo que ha diluviado sí, pero además lo ha hecho sin atenerse a las normas de buenas conductas que en esto de la agricultura deberían predominar.
Es como si hubieran dado un puñetazo en la mesa, haciendo prevalecer sus hábitos milenarios. Aquellos hábitos que se instauraron cuando no había ni plásticos para los invernaderos, ni seguros agrarios ni subvenciones estatales.
Lo que sí ha habido siempre ha sido granizo, también llamado pedrisco. Y no un granizo cualquiera, sino una poderosa masa que se ha llevado por delante cuanto ha encontrado a su paso. Porque cada bolita de esa nieve artificial formada en las altas capas de la atmósfera ha llegado a tener ocho centímetros de diámetro, que se dice pronto. Yo no recuerdo en mi vida haber presenciado una cosa semejante. Y eso que, como cualquier almeriense, me he visto sorprendido por ese tipo de tormentas que vienen para destruir lo que el ser humano trata de construir con mucho esfuerzo y dedicación. Por lo que he leído por ahí, resulta que estas bolitas que de niño me llamaban la atención han dado tumbos por esa lejana atmósfera hasta que se han ido haciendo más y más mayores, dentro de un sector lejano en el que habitan el frío y la desolación. Y ese elemento en forma de bolitas cae después sobre la superficie sin que el calorcillo que cubre nuestra superficie más próxima la haga disminuir sensiblemente de tamaño.
Por unas cosas y por otras, resulta que más de treinta millones de euros se han ido por ese desagüe invisible que en ocasiones tiene las proporciones que el diablo hubiera diseñado para hacer de la vida en esta tierra un verdadero infierno.
Y ante hechos de esta naturaleza, poco puede hacer la mano del hombre para prevenir la ruina y la desolación de los campos. Por mucho que se hayan diseñado lienzos de plástico que aguanten los cuatro años, cuando cae una de estas, todo se va a hacer puñetas. Por supuesto que hay seguros. Pero no olvidemos que los seguros se concibieron para generar ganancias, no pérdidas, y a ver si hay un seguro capaz de tirar de este carro en el que el valor de las pérdidas tiende a superar con creces lo invertido en las primas. De modo que no queda otra que encomendarse al dios de las tormentas y tener la fe suficiente para confiar en que el futuro nos será favorable. Mientras tanto, la voz de ruina es la que más se repite en el mundo de la agricultura. Menos mal que aquí no se han repetido las desgracias que se han registrado en otros sitios.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión