Cuenta el Antiguo Testamento que como se enfrentaran el diminuto David con el gigante Goliat, el niño, con un pedrada de onda se deshizo del ... gigante. Pero si consideramos con objetividad este suceso no lo podemos atribuir nada más que a un mito o a una intervención milagrosa. Porque en la generalidad de los casos de enfrentamientos de grandes con pequeños, está claro que el grande acabará aplastando al chico. Ahí la guerra de EE UU con Irak o con el Japón
Me viene esta anécdota a la palestra en razón de la reciente Ley Celaá, mediante la cual la ministra y sus asesores pretenden, en determinadas autonomías, enfrentar el tradicional idioma español con el vernáculo minoritario y marginal de algunas regiones, incluso tratando de sustituir el mayestático nacional por el pequeño regional de campanario. Cuestión que ha indignado a no pocos y hasta los ha hecho clamar al cielo. Y en este punto yo pienso que no hay para tanto, acordándome del mito de David y Goliat.
El castellano fue la lengua de los Austrias y del Barroco, y el español es la lengua de la España actual amén de medio mundo... Quiero decir que un español de hoy trasladado a la época de Felipe II comprendería perfectamente a sus paisanos, pero a un colega de Lope le sería muy complicado entender al españolito de hoy por la cantidad de neologismos que desde entonces se han incorporado a nuestra lengua –a todas las leguas–, y que la harían desconocida para él, par el antiguo castellano
El castellano es la matriz del español actual, pero el español no es exactamente aquel castellano de Quevedo. Pero esta es una cuestión menor. La cuestión mayor es que el castellano devenido en el español actual ha conseguido tan perfecta semántica, tal perfección gramatical, tal articulación oracional –más que el latín, su madre– tal claridad en sus conceptos expositivos y en sencillez de su morfología y su estructura y sonoridad y en su riqueza verbal, etc., que lo hacen una lengua de insuperable competencia mundial, con sus 400/600 millones de clientes/parlantes, y una tendencia imparable a formar parte del monopolio linguístico internacional más allá de las convenciones y saraos políticos.
Con el español se pude andar por casi todo el mundo sin dificultades idiomáticas. Así, el problema o estado de la cuestión, ¿qué piedra pueden lanzar contra los amigos de David más allá del mito? ¿A qué preguntarse o disgustarse porque suene el campanario del gallego, el euskera, el catalán u otro cualquiera? ¿A qué parte de mundo cantarán esas minúsculas lenguas para hacerse entender, incluso entre ellos mismos? Porque resulta que ellos mismos no pueden desenvolverse sin la intermediación del español, su lazo de unión, su puente....
Puede que David venciera a Goliat con la honda o con la asistencia del Altísimo. Pero en nuestra sociedad de cada día no parece que el Altísimo esté dispuesto a servir de interprete a esta peripecia solo por dar gusto David.
Creo que no hay que preocuparse demasiado por la Ley Celaá, ya que Goliat acabará aplastando a David por muchas argucias que éste se busque. Y la prueba más irrefutable de ello la pueden ver u oír ustedes mismos. Si escuchan radios y televisiones, y en ellas hablan o parlotean partidarios del autonomismo lingüístico, se darán cuenta que esos personajes, cuando usan el español, lo hablan ya con más claridad, sonoridad y precisión que los mismos españoles de Castilla o Andalucía, estos más relajados. Señal inequívoca que aquellos están insertos en un proceso de absorción del español en detrimento de su lengua de campanario. Observen el fenómeno, y percibirán cómo los autonomistas pronuncian ya un español más musical y preciso que mejora en mucho el usado por los propìos españoles del interior. Es la señal inequívoca de que Goliat está devolviendo la pedrada a David. La Tortuga nunca podrá alcanzar al veloz Aquiles.
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