La fuerza que mueve al mundo

ignacio garcía espona

Sábado, 16 de octubre 2021, 22:51

En un mundo cada vez más alocado y acelerado cabe preguntarse los motivos de nuestro sinvivir. ¿Cuáles son las razones por las que colectiva e ... individualmente nos comportamos así? Y sobre todo ¿cuál es el determinante último de nuestras acciones y actitudes?

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Desde la perspectiva que da la madurez no parece razonable negar que el dinero es el determinante más estable en el tiempo de la mayoría de las decisiones. Y estrechamente ligado a él su amigo el poder, en cualquiera de sus versiones. Pero sinceramente creo que el dinero y el poder doblan la rodilla, no siempre, solo en contadas ocasiones, ante lo que llamaría las energías positivas del ser humano, que vendrían a agruparse bajo el común epígrafe de las ilusiones y entre las que sin duda se encuentra el amor. El amor sería el representante más ilustre de la ilusión, pero dista mucho de ser el único.

La ilusión entendida como «esperanza cuyo cumplimiento parece realmente atractivo» (RAE) es la fuerza, eso sí, muchas veces errática, que a mi parecer mueve al mundo. 

Por una ilusión, el amor, se rompen todas las reglas, se cambia de trabajo, se va al lugar más inimaginable, se renuncia a un trabajo, se enfrenta una persona a su familia y amigos, se acepta una peor situación económica... al amor no lo somete nada ni nadie. No hay freno alguno frente a un verdadero amor.

Y no solo el amor de pareja, máximo exponente de las energías positivas. También, cómo no, el amor paternal. A qué no se enfrentan y a qué no son capaces de renunciar unos padres por el bien de sus hijos. 

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En este capítulo de las ilusiones y muy cercano al amor, más bien diría yo una variante, se encontraría la amistad. Por un amigo de verdad, de esos que contamos con los dedos de una mano, especialmente cuando les afecta la necesidad, se renuncia a cualquier cosa. El tiempo que siempre te falta, aparece para ese amigo que te necesita.

Y luego están las ilusiones profesionales, las metas y retos que uno se autoimpone en su desarrollo laboral. ¿Qué o quién frena el esfuerzo del joven que decididamente quiere ser policía, médico, bombero o actor? ¿Qué fuerza para al atleta que entrena diariamente con el único objetivo de batir un récord?

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¿Y qué decir de las ilusiones políticas o empresariales? ¿Acaso no luchan (al menos de partida y en una descripción simplista) los ecologistas por una ilusión de cambio y respeto a la Naturaleza, los izquierdistas por la igualdad política y social y los derechistas por un sistema que premie justamente el esfuerzo personal? 

Y las religiones en su conjunto, aunque no propiamente una ilusión, quedan muy cerca de ellas en tanto en cuanto establecen sus objetivos de perfección y mejora personal para sus miembros.

Por ilusión se adopta un hijo, se 'salta la verja', se aprende un idioma, se pide un préstamo, se dedican voluntariamente horas del tiempo libre a una tarea, se aprende un hobbie,... 

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Sin embargo, también tienen un significado papel motriz para nuestra vida nuestras energías negativas, de las que la envidia sería la más extendida, pero la más inocua. A ella se asocian la venganza, mucho menos frecuente pero más dañiña y la tan frecuente pereza, muy perjudicial por cierto, eso sí, para el propio interesado.

Así que sacudámosnos el complejo monetario, por qué no, no todo lo puede el dinero. No hay dinero que doblegue una ilusión verdadera. Y por el contrario, no hay poder ni estructura que soporte la falta de ilusión. Cuando se acaba la ilusión que los conforma caen ideologías, imperios y regímenes, cuando se acaba el amor no hay pareja que aguante, cuando la ilusión en un proyecto empresarial se desdibuja cae el negocio...

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Y siendo así, me cabe la pregunta de si no deberíamos centrarnos más en estimular el desarrollo de todas nuestras ilusiones positivas. Pero ese educar emocionalmente en positivo a lo largo de toda la vida a un individuo da ya para otro artículo.

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