Cada calamidad que nos golpea y despierta nuestros miedos tiene también sus propios héroes, personas valientes y generosas dispuestas a jugarse la vida para protegernos ... de las desgracias. Fueron y siguen siéndolo los sanitarios durante la pandemia y ahora se incorporan a esa categoría heroica los bomberos forestales y quienes les ayudan y apoyan. Los incendios han sido los protagonistas en toda España de un verano que está a punto de irse y dejarnos algunas lluvias otoñales tan urgentes, pues la sequía está causando casi tanta muerte como el fuego. Una vez más, nuestra sociedad, nuestro país, está en deuda con esos incansables servidores públicos que han hecho lo imposible por minimizar los daños irreversibles de la devastación, evitar que los males fueran mayores y entregarse a una lucha desigual, en una guerra sin cuartel, contra los elementos naturales, que desde el confort nos parecen bellos: el viento desatado tumbando las ramas, los relámpagos y los rayos iluminando la noche… hasta que si hay suerte, una lluvia más o menos intensa consigue controlar las amenazas.
Es aterrador pensar en las extensiones quemadas que se han ido sumando, con sus correspondientes porcentajes. Varios se han producido en tierra granadina, afectando a una comarca de gran belleza en sus paisajes… hasta ahora, que empiezan a calcularse las estimaciones de pérdidas de cultivos, daños a viviendas y fincas, y a todos ese extenso monte que era verde, hasta hace poco tiempo… y tendrán que pasar diez años para recuperarse, según los expertos. Si alguien quiere saber lo que se siente ante la destrucción y muerte de esos parajes arbolados, que rodean y embellecen a la ciudad, le recomiendo que se acerque a las colinas que enmarcan el Sacromonte, concretamente el cerro de San Miguel, donde se produjo por el descuido de unos excursionistas tontorrones que hicieron una barbacoa a la sombra de los pinos, allá a finales de mayo. Uno se siente impotente ante los troncos pelados y tiznados, el silencio y la quietud.
Como siempre sucede, se ha desatado la búsqueda de los culpables: los hay de todos los colores, desde unos presuntos ecologistas que se niegan a que haya cortafuegos, o los pirómanos, es decir los locos que disfrutan prendiendo fuego, los recortes de presupuestos que han dejado sin vigilancia los montes, o la escasez de recursos para combatir los incendios, la despoblación del mundo rural, o que ya no hay pastores y rebaños, o los descuidos de la gente que, a pesar de lo que está pasando por todas partes, evidentemente no tiene conciencia de las consecuencias de sus caprichos… sin olvidar el cambio climático que muchos todavía se creen que es un cuento. Y lo peor es que las soluciones tienen que ser muchas y bien coordinadas y además nos implican a todos. No sirve de nada quejarse y protestar, hay que hacer, cada uno lo que pueda, de manera activa y apoyar a los que ya están trabajando en paliar los devastadores efectos que entre todos estamos permitiendo.
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