Uvas de la suerte decoradas con oro. EFE
Puerta Purchena

Feliz 2023

«Por pedir pediría al nuevo año que se termine el cambio climático, el drama de los saharauis, expulsados de su tierra, la mala educación vial, la ecoansiedad o la desconexión de la realidad de muchos de nuestros políticos»

elena sevillano

Martes, 17 de enero 2023, 23:05

Se supone que solo se puede felicitar el año hasta el 15 de enero pero incluso los más academicistas convendrán en que solo me he ... pasado por un par de días, y además, tampoco creo que haya de ser demasiado exhaustivos con la fecha de caducidad cuando de lo que se trata de lanzar mensajes positivos. La cuestión es que hoy, 17 de enero, quiero trasladarles mis mejores deseos para este 2023. Espero que se cumplan todos sus sueños, retos y deseos.

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Yo los míos, al menos en parte, los he ido contando en mis artículos de Puerta Purchena a lo largo de 2022, y quizás sea buen momento para darles un repaso, a ver qué tal se están cumpliendo (spoiler: mal). Por ejemplo, en enero escribía que todos los días debería ser 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Creo que tiene toda la vigencia del mundo seguir reivindicándolo, más con esta última y triste oleada de mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas.

Ese mismo mes también me refería al follapaveo de los políticos en Fitur; a ver qué nos depara esta nueva edición, que precisamente comienza hoy. Y en febrero celebré que hubieran quitado la obligatoriedad de las mascarillas en los colegios. Aunque las noticias que llegan de China o de Estados Unidos son un poco inquietantes, para 2023 deseo que los tapa-bocas no regresen a los centros educativos.

En abril lamenté la polarización que estaban protagonizando las Redes Sociales, en las que la escala de grises ha desaparecido y solo hay dos colores, el blanco y el negro. Esto me resulta especialmente triste cuando leo a tuiteros educativos a los que admiro y sigo confrontar sus ideas desde las trincheras, llegando al insulto personal, y enzarzándose sobre la base de lo que los separa, y dejando de lado aquello (mucho) que los une: defensa de la escuela pública, bajada de las ratios y un profundo amor por lo que hacen.

Recuerdo otro artículo, éste de marzo, escrito en plena calima, cuando Almería parecía Marte y el polvo del desierto del Sahara cubría el paisaje de un sepia como de foto antigua. Hoy, cuando redacto éste, no hay calima, pero sí un viento huracanado que cimbrea árboles y abomba cabezas, y ni rastro de nieve (recordemos que estamos en enero). Estamos atados a un clima desatado, y no podemos echarle la culpa a nadie más que a nosotros mismos. Los científicos, que llevan décadas avisando de que esto ocurriría, nos dicen ahora que podríamos mitigar la catástrofe adoptando una serie de medidas de reducción de gases de efecto invernadero. No lo estamos haciendo. Pues nada, compremos palomitas y sentémonos a ver «la tormenta más grande de la historia», «las inundaciones más grandes de la historia», «el vendaval más fuerte de la historia», «la ola de calor más intensa de la historia». Y así hasta el final.

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Por pedir pediría al nuevo año que se termine el cambio climático, el drama de los saharauis, expulsados de su tierra, la mala educación vial, la ecoansiedad o la desconexión de la realidad de muchos de nuestros políticos (que son algunos de los temas que toqué en 2022). Pero, siendo realistas, lo que quizás debería desear sería una toma de conciencia real y global sobre lo profundos, complejos y amenazantes que son los problemas que tenemos encima. Y la valentía necesaria para afrontarlos y tomar las medidas que sean necesarias, sin planteamientos cortoplacistas y sin mirar para otro lado.

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