Febrero y sus contrastes
Ana moreno soriano
Sábado, 8 de febrero 2020, 19:33
En estos tiempos en los que hemos convertido el clima en una amenaza, los termómetros han alcanzado temperaturas de más de veinte grados antes de ... finalizar enero, tras el temporal de lluvia y nieve de hace unos días. La naturaleza se revuelve, a veces, con violencia, porque se siente agredida y explotada pero también tiene algo de la señora Dolloway de Virginia Wolf, el don extraordinario de crear su propio mundo en cualquier parte. Por eso, nos ofrece almendros en flor que contrastan con un fondo de nieve en Sierra Mágina, pero nos recuerda que en 'Febrerillo loco', lo mismo sobra el abrigo que falta el paraguas y que no nos confiemos demasiado ni con los termómetros, ni con el aspecto del cielo.
Febrero es, sin duda, un mes de contrastes que yo, como todo el mundo, percibo en el tiempo de cada día pero, para mí, hay otros contrastes, de sentimientos y emociones, que ya forman parte también de esta transición del invierno a la primavera: si el catorce de febrero celebramos el amor, el quince de febrero me ha quedado marcado en el calendario como un día de tristeza y duelo: la muerte en contraste con la vida, la desolación contra la esperanza, el silencio contra la palabra… Pero hay también una afortunada coincidencia que me ha invitado a leer los versos de dos de mis poetas preferidos, ligados por el aniversario de su nacimiento al mes de febrero: son Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro, adscritos al Romanticismo tardío, expresión ambos de la mejor poesía moderna y cuya vida y obra también están llenas de contrastes.
Bécquer es el poeta del amor que leíamos en la adolescencia, cuando no teníamos ni idea de idealismo y materialismo e imaginábamos que los amantes de todos los tiempos, incluido el nuestro, se emocionaban de la misma forma pensando en la vuelta de las oscuras golondrinas. Bécquer tenía la apariencia de un galán de cine en la imagen de nuestro libro de Literatura, pero en su vida cotidiana no era precisamente un revolucionario, ni siquiera progresista, a pesar de vivir en una época marcada por intensas luchas sociales y políticas. En su obra, sin embargo, es un visionario romántico, libre, irracional, subjetivo, que transita entre la realidad y el sueño y crea una poesía y una poética que trascienden su tiempo e influyen poderosamente en toda la lírica posterior.
La imagen de Rosalía de Castro que se ha repetido en multitud de publicaciones sobre su vida y su obra, es la de una mujer adulta, ataviada según la costumbre de la época y con una expresión de serena tristeza en la boca y en los ojos oscuros. Aparenta más edad de la que tendría, pues murió con solo cuarenta y ocho años que transcurrieron casi todos en Galicia, aunque viajó por varias ciudades de España y, durante unos años, fijó su residencia en Madrid. Escribió en prosa y en verso, en gallego y en castellano y expresó en su obra las contradicciones históricas de su tiempo: la situación del campo, la defensa de su lengua y de su tierra frente al centralismo imperante, la discriminación de las mujeres; alterna la voz colectiva con el tono intimista, siempre con una gran sensibilidad y una prodigiosa imaginación en la utilización de los símbolos.
Pero volvamos al principio, para expresar los sentimientos de los que hablaba con palabras de nuestros poetas: la angustia de Bécquer cuando habla de la soledad de los muertos y la plenitud del amor, bien supremo que le reconcilia con Dios y con el mundo; la tristeza insondable de Rosalía, «la duda que nos lanza/ de un abismo de horror en otro abismo», pero también la rebeldía porque la muerte no es el fin de todo; la desolación y el desamor pero, también, el amor como esencia de la vida; el vacío que queda cuando el dolor se va y, no obstante, la voluntad de perseguir los sueños. Y, frente al silencio, la palabra que Rosalía escucha en las plantas, las fuentes, los pájaros y los astros del cielo y, a través de las cuales, Bécquer quiere comunicar «un himno gigante y extraño» pero pretende «que sean, a un tiempo/ suspiros y risas/ colores y notas»… Y así, entre verso y verso, siento cómo pasa febrero con el dolor y el amor, la esperanza, la vida y la muerte; con un fondo de nieve, con una rama de almendro florecido.
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