Edición

Borrar
La evolución del español en el siglo XXI

La evolución del español en el siglo XXI

Las lenguas, que se han ido haciendo a lo largo de la historia de la humanidad cada vez más precisas, exactas y expresivas, ofrecen ahora, sin embargo, la nuestra en grado sumo, la tendencia contraria: el mal gusto y la degeneración en la expresión

Antonio ubago

Granada

Martes, 5 de febrero 2019, 00:56

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

De entrada, un título así que hablara de avance lingüístico, estimularía y provocaría sensaciones sugerentes con su mera lectura ante el panorama lingüístico degradante y depravado habitual de las ineptas e interesadas autoridades y círculos de poder, mandamases con finalidades lucrativas concretas y zopenca turbamulta mimética que las sigue, al creer ambas partes que la degradación del español que destrozan, las transgresiones conscientes e interesadas con que, a buen ritmo, destruyen la lengua común española, intentan convertir, por el contrario, en blasón e instrumento para la liberación y visibilidad de las mujeres por creer que enaltecen, siendo que lo destruyen, el código común con un lenguaje caótico, incompatible con las estructuras básicas de nuestra lengua. La igualdad efectiva y real entre hombres y mujeres no se promociona con pancartas y decretos bárbaros e irracionales, con vulneraciones e infracciones intencionadas; se consigue con medidas concretas que modifiquen las situaciones lamentables y transformen la realidad.

Advierten los expertos que nada especial solía suceder, por lo que a la evolución significativa de la lengua se refiere, en un tramo histórico tan breve como el que corresponde a una o dos décadas, ya que en la historia de la lengua los cambios se rigen, se regían, por el principio de la larga duración. Los fenómenos del ámbito gramatical ni aparecían de la noche a la mañana ni triunfaban en breve plazo; encontraban enfrente la presión de la norma culta, la acción de la escuela o la intervención de escritores o periodistas, en un sentido amplio, o de correctores de estilo. Hasta que llegaron estas hordas salvajes de la destrucción de las estructuras lingüísticas sin empacho ni turbación.

El español es la segunda lengua materna del mundo por número de hablantes y también ocupa el mismo lugar en el cómputo global de hablantes. Por razones demográficas, el porcentaje de población mundial que habla español como lengua nativa está aumentando, mientras que la proporción de hablantes de chino e inglés desciende. Siempre se ha tenido por axioma aceptado y altamente prestigiado el que se refiere al lenguaje como el mayor tesoro en posesión del género humano por ser instrumento de comunicación así como de expresión del pensamiento. La evolución del lenguaje en el presente, sin embargo, se viene mostrando vertiginosa en el sentido contrario de la desconsideración de nuestro instrumento común de expresión y el creerse facultados algunos humanos con poder y malquerencia interesada al uso de todo tipo de atropellos a las ciencias del lenguaje.

Las lenguas, que se han ido haciendo a lo largo de la historia de la humanidad cada vez más precisas, exactas y expresivas, ofrecen ahora, sin embargo, la nuestra en grado sumo, la tendencia contraria: el mal gusto y la degeneración en la expresión. Lucrarse a diversos niveles es el resultado provechoso e interesado de ofrecer incoherencia y caos con las palabras a través de las redes del poder. La lacaya clientela económica, ideológica o social responde con fervor y pone en marcha la cadena del sinsentido irracional y trasmite con prontitud la miseria mental del pensamiento elaborado con esos recursos expresivos aberrantes e irracionales que mueven a mofa.

El sintagma 'violencia de género' es tal vez uno de los primeros y más enconados empecinamientos expresivos que más polémica ha despertado y sigue provocando. La 'Ley integral contra la violencia doméstica o por razón de sexo' iba a llamarse así, y no Ley Orgánica 1/2004, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género como de modo inexorable se nombró. Pero, ¿por qué se cambió el nombre y se recuperó el texto con el término 'género', que chirría en español? ¿Por qué, después de que la más alta instancia lingüística normativa, la RAE, elaborara en mayo un informe sobre esta denominación, razonando y concluyendo que la más ajustada sería la tan arraigada en el uso por su claridad de referencia y que tenía precisamente la ventaja de aludir a los trastornos y consecuencias que esa violencia causa no solo en la persona de la mujer sino del hogar en su conjunto?

No puedo terminar sin 'mentar la bicha' del lenguaje inclusivo, no sexista, otra de las plagas de Egipto de la expresión marrullera. El tipo de desdoblamientos que encumbra, como el de los granadinos y granadinas o los miembros y las 'miembras', el más famoso, bien sabemos y repetimos, que no solo son artificiosos e innecesarios sino cansinos y ridículos desde el punto de vista lingüístico y persiguen el beneficio ideológico de la maraña y la broza conceptual de la confusión y la artificiosidad lingüística. En múltiples lugares, organismos y medios de comunicación se habla extremadamente sobre el uso del dichoso lenguaje inclusivo, específicamente sobre su utilidad y justificación; hace milagros, dicen, en las situaciones adversas de las mujeres solo con cambiar las oes por aes, por ejemplo.

No puede la desidia de muchos ni la inconsciencia irresponsable de tantos otros atentar contra el tesoro de la expresión del lenguaje común porque estas normas son la garantía, la mayor fuerza aglutinante de la unidad del idioma que hacen del español una de las mayores lengua universales, la de El Quijote.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios