La palabra triunfo viene del latín 'triumphus', máxima condecoración concedida en el ejército romano. Al premiado se le obsequiaba con aplausos, que son gratis, vuelta ... al ruedo por la ciudad de Roma que acababa en el Capitolio y, una vez allí, la clásica corona de laurel comprada en los chinos. Los siglos han pasado, pero en general a los humanos nos sigue chiflando íntimamente el aplauso y ese autopremio en forma de invisible corona de laurel que encajamos perfectamente sobre nuestra vanidad, que es de talla universal. Ellos son los símbolos perfectos del triunfo personal, ayer, hoy y siempre.
La educación, en mi opinión, es lo que determina el triunfo o el fracaso en la vida. Y no me refiero solo a la educación en el trato, sino también a la educación académica, donde se imparten algunas asignaturas que son esenciales para el crecimiento personal del estudiante, motivo por el cual son eliminadas. La Filosofía, por ejemplo, ha sido reformulada y sustituida por la nada, concepto también muy filosófico pero que no aporta nada al estudiante salvo ignorancia. «Estudiante, Sócrates obstaculiza tu basculación hacia el triunfo», debió pensar el majadero 'premium' que organizó la cacería de esta asignatura. O dicho de un modo más contemporáneo, para qué plantearse la existencia si ya tienes el teléfono móvil.
La educación en España es una asignatura pendiente que no se aprueba cargándote la Filosofía. Soy de la escuela del maestro Ciruela, un observador ignorante, y como tal creo que a los profesores se les ha abandonado institucionalmente y a los alumnos se les engorda como a los pavos de Manolo con asignaturas donde solo funciona la repetición y la memoria.
Un maestro, si tiene vocación de verdad, es como un filósofo ateniense. Mis maestros fueron así. En cada lección, daba igual la asignatura, siempre metían una muletilla moral, una enseñanza de la vida o un consejo. En definitiva, una clase magistral de Filosofía. Actualmente muchos padres cuelgan la crianza de sus hijos del cuello del maestro, exigiéndole unos resultados que exceden los académicos y los del sentido común. Se le demanda que eduque, además de académicamente, moral y espiritualmente. Por eso la asignatura de Filosofía era tan importante, porque era encender una llama, no llenar un recipiente. Nuestros hijos no son orzas que haya que llenar de conocimientos, sino criaturas a las que queremos que se les eduque el corazón tanto como la mente.
Yo quiero que mi hija dude y reflexione, no que afirme rotundamente como los tontos. Solo sé que no sé por qué han quitado la Filosofía de la educación en España.
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