El escalofrío de la náusea
Puerta Real ·
Como a algunos barones socialistas, a mí también me parece que lo de Bildu no tiene un paseesteban de las heras balbás
Sábado, 14 de noviembre 2020, 23:01
Quiero decirle al presidente de Castilla-La Mancha que a mí también se me revuelven las tripas con lo de Bildu. Las declaraciones de Emiliano ... García-Page, como las de otros barones del PSOE que todavía se atreven a discrepar, son como un respirador artificial para quienes aguantamos y sufrimos los zarpazos de ese otro coronavirus, vestido de independentismo, que pasea su insolencia por el Congreso de los Diputados. Tenía el gobierno más que asegurada la mayoría para salvar el primer trámite de los Presupuestos y no necesitaba esos cinco votos. Fue una bofetada gratuita, otra más, que no venía a cuento. Porque lo que viene a cuento, cuando estas cosas pasan, es volver a recordar aquella mañana de agosto del 92 en que una comitiva fúnebre pasaba por el recién inaugurado puente, levantado sobre la autovía, que comunica a Alfacar con su cementerio. Llevaban a enterrar el cuerpo de José Manuel Fernández, un guardia civil asesinado dos días antes en Guipúzcoa cuando salía de un supermercado. El joven tenía 25 años y un crío de año y medio. Esto también es memoria histórica, una memoria de dolor no colmatado, sobre la que resonaron como aldabonazos funerarios los aplausos que refrendaron el rechazo de las enmiendas a la totalidad. No; de verdad que no hacían falta esos cinco votos.
Porque visto desde aquí, desde esta ciudad somnolienta y sin bares, esos cinco votos de Bildu son herederos de la muerte a traición de 23 granadinos; de unas vidas truncadas con una bomba-lapa o un tiro en la nuca. Porque aparte del mentado José Manuel –el paisano de la diputada de Cultura y Memoria Histórica, Fátima Gómez–, tenemos en el recuerdo el vil asesinato en el portal de su casa de Luis Portero, el fiscal jefe del TSJA. Y una larga lista de nombres que no podemos borrar de la memoria. En ella están los guardias civiles Pedro Sánchez de Moreda, José Torralba de Armilla, Miguel Hernández Espigares de Guadix, Arturo López de La Zubia, Juan García de Sorvilán; Ángel de la Higuera de Alfacar, el albaicinero Miguel Miranda Puertas, o el paduleño Antonio Peña, agente especialista en temas fiscales. También figuran en esa lista los policías Manuel Baena de Granada, Alberto Lisardo de Órgiva, José Ángel Requena de Pinos Puente, Manuel Jódar de Rubite, Juan José Escudero de Gor, Rafael Leiva de Atarfe y Jesús Escudero, que era escolta del juez Querol y tenía a su familia en el barrio de Cartuja. El doloroso repaso se cierra con Domingo Martín, el peluquero de la Base de Armilla; el senador del PSOE Enrique Casas Vila, natural de Guadix; Conrada Muñoz Herrera, de Montillana, reventada por un paquete-bomba destinado a su hijo, funcionario de prisiones, y el niño de dos años Fabio Moreno, hijo de un guardia civil de Granada.
Si el solo recuerdo de los largos años de plomo y muerte produce escalofríos, no es extraño que tiemble la memoria, cuando la barrena del odio reabre la llaga y nos obliga a escuchar, con una soberbia digna de mejores causas, que «vamos a Madrid a tumbar definitivamente el régimen». Si el gobierno contaba hasta con los votos desnortados de la menguante Arrimadas y tenía una holgada mayoría, ¿a qué vino esta bofetada? ¿Los diputados granadinos socialistas están de acuerdo, o consideran, como García-Page, que lo de Bildu no tiene un pase? A algunos nos gustaría saberlo.
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