La sala de espera
Espera el agricultor, la mirada al cielo, la lluvia. El aficionado del Real Jaén si será éste el año del ascenso
ERNESTO MEDINA RINCÓN
JAÉN
Miércoles, 16 de octubre 2024, 23:48
Cuatro letras. Monosilábica. Es imposible que los estudiantes de latín la pronuncien bien. «No es llana. Una sola sílaba. La s es líquida. Ese diccionario ... que usas se llama 'Spes'. Una sola sílaba». Indefectiblemente el alumno dice «éspes». Cual Dante redivivo abandonaba toda esperanza antes de hablarles de la misma. «No era una divinidad, sino un concepto. En los diccionarios de mitología, no la encontraréis. Spes ultima dea; la esperanza, la última diosa. Que en una traducción libérrima al español es aquel viejo dicho de que la esperanza es lo último que se pierde. Porque cuando los males, liberados por Pandora, se hubieron enseñoreado del mundo, en la caja sólo quedó la esperanza. Aunque algunos cuentan que quienes escaparon fueron los bienes que los dioses habían ofrecido a los humanos, los cuales sólo conservaron el triste consuelo de la esperanza». «Igual que Adán y Eva -me interrumpió en cierta ocasión una alumna-. Las mujeres siempre hemos sido las culpables. ¡Menudos machistas de mierda!».
Alentado por el acertado comentario proseguí con la digresión, la que los estudiantes agradecieron, pues se ahorraban lidiar con los ablativos absolutos de César. «De esa raíz proviene el verbo 'esperar', que originariamente tenía sentido positivo. Se albergaba esperanza, la confianza de que todo saldría bien. Pero el pesimismo antropológico, o quizá la mera constatación de la realidad, nos llevó a maldecir la espera -el que espera desespera- desconocedores de que mientras esperamos estamos vivos». Se quejaban. Que si eso era muy triste. Alguno prefería volver a las traducciones, aun con la asunción del riesgo de la nota. «Paciencia, queridos, para soportar la espera. Por cierto, paciencia viene del verbo 'patior', sufrir, padecer. Ya lo sabéis: resignación, que quizá mañana sea otro día». Antes de que hubiesen entrado en trance desesperante con la necesidad de requerir los servicios de una psicóloga, concluí la clase, «bastante amargura lleváis por hoy en el cuerpo. Recoged y salid al patio a que os dé el sol».
Espera el agricultor, la mirada al cielo, la lluvia. El aficionado del Real Jaén si será éste el año del ascenso. El escritor, la musa que no llega. El matrimonio joven se apresta ante la prueba de embarazo. El viajero, en el andén vacío, contempla las paralelas infinitas de las vías por mor de vislumbrar el tren -sensu stricto, sensu lato- que nunca llega a nuestra ciudad. Pasa las horas el enamorado ante la pantalla del móvil pendiente de una llamada o del mensaje con emoticonos palpitantes. Aguarda el ¡paciente! en el pasillo de paredes desconchadas el turno que le confirme si lo suyo tiene arreglo. Las calificaciones, los alumnos. El estadio, el silbido del árbitro, sea para tirar el penalti, sea el final del partido. El insomne suplica la madrugada. La vida es esperar.
Salvo para el político. Creen en la invulnerabilidad. Exclusivamente la suya, por supuesto. Confiados, desdeñan la prudencia seguros de la estulticia de los votantes. Hasta que una mañana en la sala de espera, inesperadamente se abre la puerta, «que pase el siguiente». Siempre hay un siguiente. Y con esa esperanza me levanto cada día.
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