Entiendo que cada economista tendrá su receta, yo me inclino sobre la vieja receta de Keynes y de los poskeynesianos, ya que, si bien algunas ... escuelas de economistas los daban por amortizados, yo sigo creyendo en sus indudables aciertos al combatir la Gran Depresión con medidas apropiadas para una crisis de demanda como la que padecemos.
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Vuelvo a ratificarme, como cuestión previa, que economía y salud no son palabras contradictorias y que médicos y economistas tendremos que ponernos de acuerdo, ya que de la pandemia se muere y de la pobreza también. Pues bien, la receta de Keynes para estas circunstancias estaba basada en darle a la maquinilla de hacer dinero, más inversión pública, ya que la privada está en la UCI y el ajuste del valor de la moneda mediante una devaluación, para impulsar el comercio exterior. De todas estas medidas la única que está en nuestras manos es la inversión pública, ya que las otras, hoy, las controla el Banco Central Europeo, que por cierto ya está aplicando algunas.
La inversión pública debería ir dirigida a actividades que creen riqueza, sin renunciar a apoyos puntuales a las empresas para ayudarle a salir del bache y proteger a los ciudadanos que estén en un estado de necesidad. Todas estas medidas anunciadas deben ir dirigidas a la creación de empleo, que es junto con la ansiada vacuna objetivo primordial del Gobierno de España y el de la autonomías.
Dicho esto, y perdonen mi aldeanismo, mi preocupación más inmediata es que Granada salga del bache cuanto antes y que alcance unos niveles de renta per cápita, que les permita pasar del casi farolillo rojo que portamos a los niveles que nos corresponde dado el potencial de nuestra provincia, además, de que supere la pandemia, con la llegada de las vacunas contra el bicho.
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Granada tiene un problema histórico, que es la falta de inversión pública y empresarial por culpa o como pretexto del llamado por nuestros 'exquisitos', el marco incomparable.
En tiempos pasados recuerdo que Coca Cola y la empresa de automóviles Santana se instalaron, respectivamente, en Málaga y en Jaén por la oposición de una minoría con influencia, los que en mis tiempos dimos en llamar los 'moros notables', a ambos proyectos.
En tiempos más recientes y con medios más modernos se instalan populismos, que no se saben en base a qué, se oponen a cualquier iniciativa de inversión pública, siempre que supongan un impacto en la opinión pública. Ellos alcanzan el séptimo cielo, cuando algún baranda incompetente, con mando en plaza, bloquea un proyecto al que ellos han puesto en su punto de mira.
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Casos aún vivos, puedo citar varios:
Primero, el teleférico a Sierra Nevada, iniciativa loable de un grupo empresarial granadino, que fue bloqueado, en mi opinión, por cuestiones políticas y aún colea. Su construcción ahorraría contaminación en Sierra Nevada, ya que es un transporte limpio y no se hace nada que no exista en Europa en países que cuidan el paisaje y el impacto visual (Suiza, Italia, España...).
Segundo, el más sangrante de los casos, es la demora en construir e instalar es las tuberías de riego y la central hidroeléctrica de la presa de Rules, crearía una riqueza agrícola incalculable, creación de puestos de trabajo, suministro de agua a los pueblos de la Costa Tropical, quince años parada, ¿para cuándo? Este es un problema de incuria administrativa, de pésima gestión pública y de moros notables. Este caso fue magistralmente tratado recientemente por el ingeniero Juan López Martos en IDEAL ¡Qué pena que no haya una iniciativa para pedir responsabilidades!
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El tercero de los casos son dos, aunque el motivo es el mismo, el impacto visual y el miedo a la cercanía de la torres que conducen la energía eléctrica, el último es fácilmente subsanable evitando la cercanía con poblaciones. Me refiero a la línea 400 y a la que cruzaría el Valle de Lecrín. La electricidad es tan importante para el desarrollo industrial como el agua para la agricultura. Esta oposición esta vez está más cerca del populismo irresponsable, que de los moros notables, a que hice alusión. El 'modus operandi' se repite, también en los dos, un grupo muy dinámico, favorecido por la pandemia, ya que estamos más tiempo en casa, utilizan las redes sociales para conseguir apoyos en base a preguntas 'adecuadas'. Generalmente, no se aprovecha el periodo de información pública para presentar enmiendas al proyecto, pues, lo que interesa es el ruido y colgarse la medalla ante la opinión pública, todo ello con la impagable colaboración de algún gestor de la cosa pública, que para evitarse la crítica paraliza el proyecto.
Cuarto caso, el paseo por el Darro, no voy a abundar en lo que ya el Colegio de Arquitectos de Granada se ha pronunciado en las páginas de IDEAL, en este caso los responsables son los 'morillos notables' de Granada. El mismo 'modus operandi', no hago nada en el periodo de información al público, que es el momento procesal oportuno, y espero a que empiece el proyecto, sencillamente no es ni justo ni benéfico.
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En todos estos casos el perdedor es la economía granadina y como vemos no se debe a la pandemia, ni se hace por motivos relacionados con la salud.
Mi gran pregunta es ¿qué pasará con el tren a Motril? ¿Es posible invertir en Granada?
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