He vivido un tercio de mi vida en Jaén, tengo una hija jienense y grandes amistades, como en Córdoba. Comprenderán que viva apenado, con el ... personal tirándose los territorios a la cabeza. Puedo valorar muchos elementos positivos jienenses, la monumental transformación agrícola del terreno que tan solo un laborioso y enorme esfuerzo han logrado, un sobresaliente patrimonio cultural, natural y arquitectónico, junto a un valor poco resaltado, donde el tiempo se acomodada al espacio, sin vorágine. Y aún así, esas cuestiones positivas ensombrecen por un rasgo que nunca me gustó –nadie es perfecto– el conformismo extendido, rayano en la desidia, de una parte importante del paisanaje. Ante la adversidad surge una expresión en el vocabulario jienense que sintetiza la asunción primaria de lo adverso para no afrontarlo: «ea». Cuando la escucho con tal connotación me entristece.
Durante los últimos decenios ha habido un color político dominante en la provincia, ojo, no es el germen de los males que nos aquejan, ya hubo otro perdurable, entre los que sobresale un bajísimo motor económico fuera del olivar y la permanencia en las carencias estructurales heredadas. Siempre pudo tener peso en la administración autonómica, aportando un enorme granero de votos, como dicen. Sin embargo, esa distinción no ha sido capaz de cambiar rémoras. Aún más, también sabemos que aquellos que nos llegaron por dedazo para seguir en Madrid, ni se les esperó ni estuvieron y los que fueron de aquí, apenas les recordamos.
Lo que he conocido durante decenios de esos gobernantes en muchos casos ha sido la atención a 'los nuestros' –como los anteriores– con el objetivo de que perdurase la red clientelar establecida y permitirse ad infinitum su permanencia con parcheos, más que visión de medio fondo. Pero no crean que estoy señalando en una sola dirección porque quienes durante decenios han ejercido mayoritariamente de oposición se han dedicado en muchas ocasiones a procurar que no creciese la hierba extraña, ecosistema inalterable, donde ejercían la política como profesionales, con cortedad de miras y acomodo en la falta de responsabilidades; tampoco ayudaron a crear algo ilusionante. Irán juntos a manifestarse.
Como resultado del ancestral abandono una gran parte de la población jienense tomó el petate y a trabajar lejos de aquí. Otros se quedaron sumando 'las olivas', el paro agrícola, las chapuzas, 'salir a las calles' y se mantuvieron. Algunos, con ojo de lince, gestionaron bien y prosperaron. Uno me llegó a decir que vivían ahora mejor que los señoritos (sic). Pero descubrieron que sus retoños también tienen que coger el petate si no se conforman con el legado anterior. Me duele Jaén por familia, amistad y terruño. Tras la manifestación, el dinosaurio, que diría Monterroso, todavía estará ahí y el lunes seguramente vuelva a su eterno retorno nietzscheano. Ea. Jaén vive relegada sin usar bazas para amenazar y conseguir, como otros territorios, domina la gente pacífica y excesivamente comedida, no hay maldad o cinismo suficiente; quizás por eso como temía Miguel Hernández nos condenan a ser esclavos con nuestros olivares.
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