Derecho púbico

La Carrera ·

Sí, la celeridad con la que se está legislando provoca inseguridad jurídica y problemas de eficacia normativa

JOSÉ ÁNGEL MARÍN

Lunes, 19 de diciembre 2022, 23:54

Ha leído bien, estimado lector. Digo Derecho 'púbico'. No es error, aunque quien escribe se dedique al Derecho Constitucional y al estudio del poder público. ... Sin embargo, visto el patio, aludo hoy al adjetivo 'púbico' cuya semántica -según la RAE- es perteneciente o relativo al pubis. Y lo traigo a colación en referencia a las normas jurídicas cuando salen de las gónadas, de esa parte inferior del vientre que usted ya sabe, vamos, de los mismísimos -que diría un castizo- y no del encéfalo, que es de donde debieran partir.

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Si a esa pulsión legislativa al estilo Puerto Hurraco sumamos las prisas, entonces el coctel es explosivo, pura nitroglicerina para la convivencia y la lógica constitucional. Sí, la celeridad con la que se está legislando provoca inseguridad jurídica y problemas de eficacia normativa.

A lo largo de la historia legislar a uña de caballo y desde las tripas siempre fue propio de sátrapas, oficio de dirigentes marrulleros que tiran penalti a su antojo. Pero si algo tenemos claro los dedicados al Derecho Público es que legislar con prisas lleva a cometer errores, y quizá no sea necesario acudir al refranero para corroborarlo. ('Vísteme despacio que tengo prisa': expresión atribuida a Galdós ya que la pone en boca de Fernando VII en uno de sus Episodios Nacionales, aunque su origen se encuentra ya en frases de igual significado pronunciadas por Carlos III o Napoleón).

En fin, para quien viva ajeno al ordenamiento esta escalada legislativa sin cuerda ni arnés, puede parecer inocua, y puede que muchos vean normal este legislar a calzón quitado: suprimiendo la sedición, minimizando la malversación, 'solo sí es sí', ley trans, bienestar animal, ley mordaza, Tribunal Constitucional, CGPJ, etc. Pero conviene advertir que el Parlamento no está por encima de la Constitución, y que cualquier regulación que tome atajos afecta al Derecho Público y es seguro que pronto incidirá en la vida ciudadana.

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Así que este aguinaldo de reformas vertiginosas, muchas de ellas diseñadas para favorecer a personas concretas, al margen del daño inmediato a la credibilidad del sistema, son artefactos de espoleta retardada que minan la democracia, que licuan sus pautas básicas y dinamitan el consenso del 78. Son inquietantes artefactos legislativos llamados a producir un gran impacto no solo mediático o formal, pues se trata de ir transitando hacia la nueva autocracia hecha a capricho del que manda. Quien, por cierto, olvida que nuestra Constitución y las demás leyes orgánicas marcan una serie de procedimientos para la realización y puesta en práctica de tamaño parto.

Alguien está olvidando que el Parlamento está también sujeto a la Constitución y al resto del ordenamiento, y que solo hay democracia con sometimiento a la ley, incluido el Parlamento. Lástima que el populismo rampante hoy en España sitúe al pueblo por encima de toda ley e ignore los límites a la voluntad popular. (Recordemos cómo se hizo Hitler con todo el poder).

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