Esta semana hemos conocido como el déficit público de nuestro país sigue escalando hasta niveles históricos de lo que debemos; por si fuese poco, la ... seguridad social ya cuenta con casi 50 mil millones de euros en números rojos, teniendo el mayor paro juvenil de Europa y la mayor caída económica de todas las economías del Euro por culpa de la nefasta gestión de la pandemia que solo está sirviendo en este país para una progresiva mutación constitucional y una evidente transformación social abiertamente liberticida.
Lo más asombroso de toda esta catástrofe es el casi nulo desgaste del gobierno sanchista podemita cuya principal ocupación es la propaganda ridícula e inane y sus infames maniobras contra la comunidad de Madrid, porque es el único lugar de España- y casi de Europa- en el que se ofrece un modelo alternativo de gestión para intentar salvar la mayor cantidad posible de vidas sin arruinar a los que siguen vivos. Bien es cierto que un año más tarde del estallido de este infierno de coronavirus no solamente es el gobierno español el que sigue empeñado en imponer medidas medievales, muchas de ellas absurdas y hasta contraproducentes, con el pretexto de evitar el colapso sanitario y más muertes; podría decirse que la gestión de la única salida real a esta pandemia- que es la vacunación masiva- está siendo el mayor fracaso y la mayor vergüenza que ha protagonizado la Unión Europea desde su nacimiento. Si tanta estructura burocrática, tanto tratado, tanto derecho europeo y tanto dinero no van a servir para conseguir que seamos de los primeros en recuperar la vida anterior al virus, es posible que la unión económica sea el único sentido justificable de la cesión de soberanía a Bruselas y la dependencia del Banco Central Europeo. Porque, siendo sinceros, gracias a pertenecer a la Unión hemos podido hacer muchas carreteras, salvarnos del corralito cuando le estalló la crisis a Zapatero y, por ahora, poner algún freno al proceso imparable de la izquierda niñata de convertirnos en la Argentina del Mediterráneo.
Con este panorama, a Largo Sánchez se le ocurre presumir de ser el único país con cuatro mujeres vicepresidentes, dentro de ese nuevo feminismo obsesivo e insignificante que consume a la propia izquierda. Del plan de vacunación que solamente teníamos nosotros y Alemania (sic) ya nadie habla porque parece que el PP no tiene demasiado interés en estar denunciando las 24 horas del día la chapuza que se está realizando desde que llegó la primera caja de vacunas con el escudo del gobierno sanchista. En el fondo es comprensible que la izquierda sepa que la única rival que tienen se llama Isabel Díaz Ayuso, de ahí que vayan en plan suicida contra ella hasta el punto de que Pablo Iglesias haya prometido, abiertamente, que si ellos gobiernan cerrarán el Zendal. Hay que recordar que el entonces vicepresidente del gobierno asumió la gestión de las residencias de ancianos sin que, hasta ahora, haya pisado una sola al menos por respeto a tantos residentes muertos. ¿Por qué en aquellos días se habló frenéticamente de la negligente gestión de la Comunidad de Madrid respecto a las residencias y desde que asumió la responsabilidad el líder podemita ya nadie ha vuelto a recordar dicho problema?
Si este país tiene algún tipo de salvación o no lo veremos pronto, el 4 de mayo. Quizás es injusto que sean los madrileños los que tengamos en nuestras manos el futuro de toda la nación, pero si elegimos el modelo monaguillo-podemita entonces será casi imposible volver del precipicio votado libremente: hacia una democracia no para ciudadanos responsables, sino para siervos complacientes del poder establecido, que será por muchas décadas una izquierda que ve un hospital especializado en salvar vidas de enfermos por coronavirus como el símbolo de su fracaso y el certificado de su incompetencia.
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