Crisis y privacidad
La Carrera ·
Para ser menos frágiles, deberemos de hacer cambios permanentes en nuestra médula vital y de convivenciaAlfredo Ybarra
Miércoles, 15 de abril 2020, 03:30
La crisis del coronavirus supone un total cambio en nuestras vidas. El orden geopolítico mundial hoy por hoy se ha difuminado. El sistema global se ... tambalea. Nuestro país se va a ver con su economía profundamente laminada y desestructurada. Ya importantes pensadores hablan de que las sociedades y los sistemas económicos deben de ser más humanizantes, con modos de vida muy diferentes, más abarcables por los distintos gobiernos, alejándonos de la globalización desproporcionada, pero sin caer en el localismo contumaz. La efectividad económica, el liberalismo económico a toda costa, ya no será esa gran premisa que mueve la maquinaria del mundo desarrollado. A partir de ahora los estados sentirán la necesidad de ser medianamente autosuficientes para generar recursos prioritarios, especialmente algunos que hasta ahora no se tenían como preferentes. Lo que esta catástrofe nos ha enseñado es el papel fundamental que deben tener para un país la ciencia, la sanidad en general, ciertos campos de la tecnología, que deben de ser cruciales para no tambalearnos en casos como los de la crisis que estamos viviendo. Igualmente tendremos que revisar profundamente la atención a los diferentes sectores públicos. Para ser menos frágiles, deberemos de hacer cambios permanentes en nuestra médula vital y de convivencia.
En este orden de cosas, para detener la pandemia algunos países han tomado medidas tecnológicas extremadamente intrusivas para los ciudadanos, caso de China, y otros de un modo muy parecido, como Corea del Sur. Israel quiere usar el servicio secreto para vigilar a la ciudadanía a través de sus móviles. En Estados Unidos, el Gobierno discute con las grandes tecnológicas desarrollar medidas que podrían ser similares. En España y otros países europeos se habla de preservar la privacidad, pero acceder a datos de la gente (a más). Hace ya tiempo que lo de la privacidad es algo relativo, y en gran medida hoy, consciente o inconscientemente la tenemos socavada. Decía Talleyrand, sacerdote, obispo y estadista, que la vida privada de un ciudadano debe ser un recinto amurallado. Pero esa máxima la hemos dejado en una entelequia. Desde siempre los poderes han querido, y en buena medida lo han hecho, controlar a la población accediendo a su privacidad. Estaremos de acuerdo en que hay que hacer uso de todos los medios disponibles para frenar una epidemia como la que tenemos encima. De ahí que la tecnología digital se use para control de la ciudadanía, y que se utilicen apps intrusivas. Pero cuando pase esta tremenda crisis sanitaria, los estados ¿renunciarán a esta intromisión? Ha pasado siempre, medidas temporales en muchos casos se quedaron para durar. Cuando el Covid-19 esté suficientemente controlado tenemos que pensar qué mundo va a quedar, ¿qué mundo queremos? y las decisiones que se desarrollen van a ser fundamentales. Es un buen momento para que pensemos en el valor de nuestra intimidad y en el sentido de nuestra privacidad como base de nuestra plenitud humana. Siendo la libertad y su uso base de nuestros valores esenciales ¿Qué grado de esta vamos a ceder y qué parte vamos a conservar como infranqueables?
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