Yo coso botones
Puerta Purchena ·
Hace apenas una semana volvimos a las urnas y dos días después de volver a las urnas Pedro Sánchez y Pablo Iglesias nos anunciaron, abrazo por medio, un pacto para gobernar juntosLunes, 18 de noviembre 2019, 01:24
Si mi padre, fallecido hace diez años, viviera en estos momentos seguramente habría discutido con él. Él defendía que había que respetar a todas las ... personas independientemente de su manera de pensar o de sus convicciones. Yo, por el contrario, le habría dicho que no, que no se puede respetar a todas las personas y menos aún a las que no respetan a los demás y tampoco se respetan a sí mismas.
Hace apenas una semana volvimos a las urnas y dos días después de volver a las urnas Pedro Sánchez y Pablo Iglesias nos anunciaron, abrazo por medio, un pacto para gobernar juntos. Si logran formar un gobierno lo que deben hacer urgentemente es cambiar la ley electoral y otras muchas cosas relacionadas con los procesos electorales. Lo primero prohibir los debates en las televisiones. Sí, han leído bien: prohibirlos. En esta última ocasión hemos sido testigos de cómo lo que se dice en un debate televisado ante millones y millones de personas no sirve de nada porque los candidatos son partidarios de decir una cosa y hacer la contraria cuando las cosas cambian. Lo segundo, prohibir las campañas electorales porque en ellas lo que se hace es mentir. O, por ser un poco más suave, ocultar la verdad. Pedro Sánchez dijo en una ocasión que no podría dormir tranquilo con Pablo Iglesias en su gobierno y en campaña insistió en que no podría pactar con él. Al cabo de unos días todo era posible. Si no llegar a un acuerdo en julio era para hundir a Ciudadanos la estrategia fue perfecta porque Albert Rivera hundió a su partido y a él mismo. Ahora bien, la estrategia tuvo como efectos colaterales varios meses sin gobierno, una repetición de las elecciones con el coste que ello supone, el hartazgo de la sociedad, la pérdida de credibilidad de nuestros políticos, la pérdida de votos de todos los partidos y el ascenso sin paliativos de la ultraderecha. Así pues, la rocambolesca vuelta para volver al punto de partida del 28 de abril es vergonzosa.
Pero la irrupción de nuevos partidos necesarios para la gobernabilidad de un país o de una comunidad tiene sus riesgos. Juan Manuel Moreno Bonilla no tuvo reparos en contar con los apoyos de un incipiente Vox para que apoyara un gobierno junto a Cs en Andalucía. La misma ausencia de reparos que tuvo Isabel Díaz Ayuso (¡Dios mío, qué poca formación hay en la política de este país!), para hacer lo propio en la Comunidad de Madrid. Cuando uno se empecina en jugar con pólvora algo malo tiene que ocurrir. Los disgustos para el presidente andaluz son continuos, y no menos lo son para la presidenta de Madrid. Porque habría que hacer un estudio sociológico para saber de dónde viene esta gente de Vox. Entiendo que uno pueda ser de derechas y tener ideas absolutamente reaccionarias, pero me cuesta comprender el retroceso social que muchos querrían se produjera.
Lo peor de todo, como decía al principio, es la falta de respeto a los demás. En la Asamblea de Madrid fue sonado el rifirrafe entre la presidenta, Díaz Ayuso, y la portavoz de Vox, Rocío Monasterio. Esta última hablaba sobre los abortos en la región y lo malo no es que no esté de acuerdo en las interrupciones del embarazo, sino la falta de respeto y empatía hacia las mujeres que lo han practicado y las mentiras. En este debate no importan las razones por las que una mujer se ve obligada a abortar o los problemas que la han llevado a ello y el sufrimiento. Para Vox las mujeres que abortan son simplemente monstruos sin ningún otro paliativo. Rocío Monasterio, que ni siquiera se sonrojó cuando descubrieron que actuaba como arquitecta sin serlo, hablaba de condenados a muerte. Pero aún fue más grave al ofrecer datos falsos sobre los abortos en la Comunidad de Madrid. Según Monasterio el año pasado abortaron 19.000 mujeres de las que (tremenda la poca vergüenza) mil de ellas habían abortado ese mismo año y 6.500 con anterioridad. En Andalucía se han vivido episodios parecidos. El último la semana pasada cuando se debatió una iniciativa de Vox sobre el aborto. El PP, que debe tener totalmente estrujados sus atributos, se abstuvo y Cs se sumó a PSOE y Adelante Andalucía para rechazarla. Al margen del contenido de la propuesta lo más controvertido fue el lenguaje utilizado por estos que parecen estar por encima del bien y del mal y no dudan en humillar al prójimo, al hablar de 'abortorios' al referirse a las clínicas en las que se realizan abortos.
En fin, que con todo esto, cuesta mucho entender cómo hemos podido retroceder a la Edad Media en tan poco tiempo. Aunque algunos no están en la Edad Media sino a finales del Cretácico, o sea, hace 65 millones de años. Alicia Rubio, diputada de Vox en Madrid, dijo el otro día que en vez de feminismo pondría como asignatura obligatoria costura porque coser botones empodera. Yo coso botones, plancho y friego (aunque odio esto último) y no me siento especialmente empoderado. Me siento bien, sin más. Lo siento papá, pero no puedo respetar a quien no me respeta y no se respeta a sí mismo.
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