Hace 3 años, el 5 de enero de 2020, el Departamento de Zoonosis del Instituto Nacional para el Control y la Prevención de Enfermedades Transmisibles ... de China anunció el aislamiento de un nuevo coronavirus responsable de una ola de enfermedades respiratorias. El 30 de enero, la OMS declaró una emergencia de salud pública de importancia internacional. En 2023, lejos de ser el final de la pandemia, se abre una nueva fase (en principio mejor) pero que requiere atención, en un momento en que los contagios de covid bajan un 20% en todo el mundo, pero aumentan un 48% las muertes y que en España acabamos de dejar la obligatoriedad de llevar las mascarillas en el transporte público.
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Tres años han transcurrido desde el inicio de la pandemia por coronavirus y desde entonces, hemos aprendido mucho sobre este virus, sobre las vacunas, pero los pacientes con covid persistente siguen sin recibir la atención que necesitan.
La enfermedad de la covid-19 ha causado la muerte a casi 6,85 millones de personas en todo el mundo e infectado a más de 672 millones. En España ha habido 13.740.531 casos y el número total de muertes se eleva a 118.712 personas. En Andalucía, superamos el 1,6 millones de casos y estamos alrededor de las 15.500 muertes. Además, se estima que entre el 10 por ciento y el 20 por ciento de los supervivientes presentan síntomas de CovidPersistente, una triste realidad ya que todavía desconocemos la verdadera prevalencia de esta entidad debido a múltiples razones, cómo la 'confusión de la denominación' (CovidPersistente, long covid, afección o condición post-covid-19, secuelas post-agudas…), la 'codificación de la nueva entidad' y el 'deterioro de un sistema sanitario' que arrastraba problemas previos a la pandemia y que esta infección ha supuesto una tensión que lo ha desbordado, especialmente en la atención primaria.
Pero no hay forma de endulzar la covid a pesar de las mejoras: el mundo ha bajado la guardia ante el covid-19. Y las últimas formas dominantes del virus, dejan claro que estamos bajando la guardia cuando el virus encuentra nuevas formas de buscar cómo hacer daño.
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Las nuevas cepas dominantes muestran que el virus siempre está evolucionando para propagarse más rápidamente e infectarnos de manera más eficiente. Eso debería servir como una llamada de atención para que se reinvierta en nuevas vacunas, tratamientos y monitorización de la pandemia. Hemos bajado los contagios, pero esto no ha terminado porque el número de muertes sigue siendo muy elevado como en Japón, al igual que China. Además, Andalucía con 10,7/día, fue la comunidad autónoma que sumó más muertes por covid hace dos semanas con importante diferencia con Cataluña 5,7/día en segundo lugar. Y el número de fallecidos a causa del virus en los últimos meses son: Noviembre: 904. Diciembre: 1.097. Enero: 1.445. En este contexto, lo bueno es que ómicron que es tres veces más leve que delta, lo que genera lo hace en un entorno de incremento de la inmunidad de las personas que han contraído la enfermedad. Y son las personas mayores de 65 años quienes, junto con los inmunocomprometidos, los más vulnerables.
Y ante ello, tenemos que mejorar el número de personas vacunadas (se han puesto 13.283 millones de dosis en el mundo y 105.373.685 en España) que en estos momentos es en las personas de 60 a 69 años: 45,64%; en las personas de 70 a 79 años: 65,21% y en las personas de 80 o más años: 75,42%.
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Sabemos que las personas mayores de 65 años que recibieron la vacuna bivalente tienen un 80 por ciento menos de probabilidades de ser hospitalizados. Además, existe evidencia de que la vacuna bivalente, aunque se dirigió a la variante anterior BA.5, ayuda a inducir anticuerpos neutralizantes y amplía la inmunidad contra XBB.1.5. Más allá de los refuerzos, el uso de mascarillas de alta calidad, el distanciamiento, la ventilación y la filtración del aire ayudan a proteger contra las infecciones. Podemos sentirnos cómodos con la inmunidad combinada de la gran cantidad de infecciones, reinfecciones, vacunas y refuerzos del país.
El virus nos está hablando y nos dice que tiene muchas más formas de evolucionar. Es revelador que no solo puede falsificar o eludir nuestra respuesta inmunológica, sino que también puede penetrar mejor en nuestras células. ¿Veremos surgir toda una nueva familia de variantes que sean distintas de la familia omicron? Esperemos que no. Y vale la pena recordar la necesitad de seguir usando mascarilla cuando uno trate con personas muy vulnerables, como ancianos o enfermos.
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Y además, no estamos preparados para ello. La vigilancia genómica en todo el mundo ha disminuido un 90 % desde principios de 2022, como lo reflejan las muestras secuenciadas depositadas en la Iniciativa mundial para compartir datos sobre la influenza aviar. Eso es inaceptable. China podría convertirse en un caldo de cultivo para variantes funcionalmente importantes en los próximos meses. Peor aún, no hay esfuerzos coordinados, de alta prioridad, para desarrollar las vacunas de próxima generación que bloquearán las infecciones, como las vacunas universales a prueba de variantes con una duración prolongada de la protección. Tampoco tenemos medicamentos para reemplazar los anticuerpos monoclonales que ya no funcionan ni para Paxlovid, en caso de que surja resistencia a ese tratamiento.
Hemos pasado de la complacencia a la franca capitulación en este momento. Y no podemos estar ajenos. Todos estamos cansados, pero nos enfrentamos a una fuerza que no lo está, aunque la tendencia es muy favorable, ya que las olas de contagio son cada vez más suaves debido al gran avance que ha tenido y está teniendo la vacunación dentro del territorio. Tenemos la inteligencia y el ingenio para finalmente adelantarnos al virus, pero la política y la falta de voluntad para invertir nos están frenando. No podemos permitirnos un estancamiento en un país donde la población se ha comportado de una forma ejemplar, con una campaña de vacunación modélica.
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