Circo
Puerta Purchena ·
«Sí admiro –¡cómo no!– a los trapecistas, a los contorsionistas y a toda esa pléyade de grandes artistas cuyo dominio del cuerpo me deja con la boca abierta»Esto del circo hace que uno se remonte a la época de la niñez. Quién sabe. De hecho, hay muchas personas adultas a las que ... les sigue gustando el circo. Aunque vayan con el pretexto de acompañar a los peques. La última vez que yo lo hice –pretexto incluido- fue en Madrid. Ya hace unos cuantos años de eso y no se me ha presentado otra ocasión. Así que añoro encaramarme a esas tablas temblonas en donde nos acomodamos la mayor parte de los aficionados.
No todo lo del circo tiene para mí el mismo interés. Los rapsodas me llamaban mucho la atención al principio; después analicé un poco sus recursos y ya no me entusiasman en absoluto. Sí admiro –¡cómo no!– a los trapecistas, a los contorsionistas y a toda esa pléyade de grandes artistas cuyo dominio del cuerpo me deja con la boca abierta.
Un capítulo aparte merecen los payasos. Sobre ellos se ha escrito mucho y se han hecho hasta algunas películas. Jugando con la versatilidad de unos personajes muchas veces abrumados por las vicisitudes de la vida. Tal vez se haya abusado un poco, profundizando en el drama de mostrar un rostro alegre cuando se está viviendo un martirio en la vida real. Y no me paro en otros aspectos, como el de la música. Muy destacable, por otra parte. También hay elementos del circo clásico, como la participación de animales, que van camino de la extinción.
El caso es que el circo, en todo su conjunto, divierte. Por más que se acuda allí con la mente ocupada en los muchos problemas de la vida, todo se olvida durante el tiempo que dura el espectáculo.
Lo que ya no es tan frecuente es que, en una ciudad como Almería, surja una escuela de circo. O algo parecido. Y eso es –así es como se ha dado a conocer– lo que ocurre con 'Funámbula', descrito por sus promotores como un «laboratorio» de teatro, circo y arte (sic). Parece ser que la voz principal corresponde a Javier, un chico valenciano que dice haber sobrevivido haciendo malabares en los semáforos. Si él lo dice…
Un aspecto interesante de esta experiencia circense es que ha montado una especie de escuela para niños en la que, naturalmente, el circo es el tema principal. No es la primera vez que se aúnan circo y escuela. En este caso, son varias las actividades que se realizan dentro de la 'carpa' –léase nave industrial– situada en un barrio de la capital.
Desde la 'circomotricidad' para los más pequeños a la acrobacia con telas (ya me gustaría saber en qué consiste), pasando por juegos de malabares. Y todo para niños, que son acogidos desde los dos años en adelante. Una escuela peculiar. Aunque hay que matizar que los aprendizajes de habilidades circenses no comienzan hasta que los niños no alcanzan los seis años. Y, de una manera más 'profesional' no se inician hasta cumplir los catorce. Cuentan hasta con cuatro profesores fijos, más algunos invitados. Ellos presumen de promover entre el alumnado el equilibrio, la sonrisa y la alegría.
Una cosa importante: con la colaboración de los padres. Algo que deberán aclarar estos jóvenes emprendedores es cómo llevar el circo 'hasta el espacio' (así lo dicen). Claro, que el concepto espacio tiene muchas acepciones. Si no llegan al espacio estelar, puede que alcancen un lugar en los medios de comunicación. Ya saben: había una vez… ¡un circo!
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