De un tiempo a esta parte tengo la angustiosa sensación de que todo en nuestra vida pública y política se repite. Estamos a pocos intentos ... de que Largo Sánchez vuelva a meter a Franco en el Valle de los Caídos para poder sacarlo de nuevo, porque los comodines de las cortinas de humo se van agotando ante los problemas cada vez más insoportables que sufrimos los ciudadanos en nuestros bolsillos y en nuestras vidas. Otra cosa es el nivel de polarización y sectarismo que hayan alcanzado parte de los españoles, porque el hecho de votar libremente no garantiza que acabe perdiendo el tirano; ahí tenemos varias pseudodictaduras y dictaduras completas de Latinoamérica para demostrarnos cómo es posible que una sociedad decida abrazarse de manera entusiasta a su verdugo.
Empieza ya a rumorearse que Pedro Tramp está maniobrando para largarse a alguna institución europea –no sé a cuál– antes que presentarse a las siguientes elecciones, que va a perder según todos los sondeos y todos los gurús del futuro demoscópico. Es cierto que la situación nacional tanto a nivel económico como político es un desastre de tal magnitud que pocos somos conscientes de la degradación que está sufriendo este lugar común donde vivimos todavía llamado España. Pero el político más mentiroso que ha dado la historia contemporánea europea ya le aclaró a Arrimadas que no iba a irse a ningún sitio, y que daba su palabra de que sería candidato del PSOE para el 2023. Hay quien asegura que podría ser la única vez que no mintiera, y yo soy de esa opinión: pienso que Sánchez será de nuevo candidato porque no tiene a dónde ir y porque aun piensa que es posible seguir en Moncloa aunque pierda las elecciones generales.
Precisamente, esta semana se produjo el primer debate electoral andaluz –no sé si habrá más– con el mismo ritual de siempre. Llega un momento donde estos prefabricados televisivos aburren más que otra cosa, porque son como las malas novelas de sobremesa: a mitad de la temporada ya sabemos quién será el padre, quién el asesino y quién la amante. Algunos quieren modificar la ley electoral para obligar legalmente a no sé cuántos debates en cada convocatoria. Yo, sin embargo, apostaría por lo contrario: aprobar una moratoria de 20 años donde estuviesen prohibidos los debates electorales televisados. Así, quizás, en dos décadas los políticos que vengan podrían desintoxicarse de esta nueva forma de comunicar que es, sobre todo y ante todo, impostada, inane y, en muchas ocasiones, hasta ridícula.
Llegados a este punto, no debemos olvidar que esto de la comunicación político-electoral es una industria que mueve dinero y poder. No llegamos, ni de lejos, al nivel de consultorías americanas, pero en España existen una serie de apellidos perfectamente reconocibles que tienen una especie de 'prestigio' profesional, aunque yo ignore el motivo, ya que en cuanto empiezas a leer sus opiniones en entrevistas, programas o tuits no pueden ser más mediocres y prefabricadas.
Muchos dicen que el sueño de un asesor es encontrar a un candidato que tenga un liderazgo natural. Ignoran así la suerte que tienen aquellos que les toca un perfecto imbécil al cual vender: en este caso será muy sencillo demostrar que las pocas neuronas que tenga el político será gracias a su Redondo particular. No obstante, hay que diferenciar algo: lo de Juanma Moreno hablando y peloteando a la vaca Fadie puede ser idea de su jefe de campaña. Pero el arte de Chiquito de las Espadas criticándolo con un monólogo del club de la comedia en un mitin, es producto original. Lo malo es que Juan de la Calzada no tiene nada de gracia, pero al menos que el socialismo andaluz intente reírse hasta la noche del 19.
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