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Catedral

Ad Libitum ·

En la Puerta del Perdón o central, Julián Roldán esculpe un hermoso relieve de la 'Inmaculada Madre de Dios

Javier Pereda

Viernes, 20 de agosto 2021, 00:13

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La catedral de Jaén es el monumento más relevante de la provincia. Hay que agradecer a Fernando III 'el Santo' que, al reconquistar Jaén en ... 1246, dedicara este templo a la advocación de la Asunción de la Virgen. Andrés de Vandelvira proyectaría esta joya del Renacimiento sobre una mezquita musulmana. La fachada principal, de Eufrasio López de Rojas, representa una de las mejores muestras del barroco español. El Santo Reino contribuyó a la evangelización del Nuevo Mundo, al ser imitada esta maravilla neoclásica, Patrimonio histórico español, como modelo para algunas catedrales en México, Perú, Colombia, Cuba, Guatemala o Bolivia. Se hace preciso resaltar esta gesta cultural que llevó a cabo Hernán Cortés, ahora que se cumplen 500 años de la liberación (mejor que de su conquista) de la Nueva España. Aunque en 1950 se definió el dogma de la Asunción de la Santísima Virgen al cielo en cuerpo y alma, la fiesta del domingo pasado se celebraba en Oriente y en Roma desde los siglos VI y VII. En la Puerta del Perdón o central, Julián Roldán esculpe un hermoso relieve de la 'Inmaculada Madre de Dios, la siempre Virgen María', expresando el júbilo de los ángeles; así lo plasma José Luis García Campos en este dibujo. El salmo 45 exulta con palabras poéticas dirigidas por Dios a su Hijo, Jesucristo, ante el esplendor de la Virgen, engalanada con joyas: 'Hijas de reyes están entre tus damas. A tu diestra está la reina, adornada con oro de Ofir'. Por eso, el sentido último de la construcción de esta majestuosa catedral consiste en una manifestación de fe y de amor al Creador. En ella está realmente presente, para ser adorado, Jesús Sacramentado; en expresión del Apocalipsis «el Rey de reyes»; de ahí que toda la riqueza, dignidad y decoro que se le tribute, siempre resultará insuficiente. Por la pérdida de la fe y la secularización de Occidente, algunas catedrales (v.gr. Notre Dame en París), se han convertido en simples museos de arte. Pero en este caso, la cerrazón y el salvajismo ideológico, ni siquiera respetó la libertad religiosa, como señal cultural e histórica. Mención aparte merece el frustrado intento de imponer la dictadura marxista en España, a mediados de los años 30, que ocasionó la sublevación de la mitad de la población ante dicho gesto totalitario; aquel enfrentamiento produjo una fractura social, que ahora de forma torticera se pretende reabrir. La demostración palpable de dicha barbarie, hasta límites que sólo el odio puede explicar, fue la quema de iglesias, con la destrucción de obras de arte de irreparable valor. Aquel ambiente se recoge con cierta objetividad en la película española 'Rojo y negro' (1942), dirigida por Carlos Arévalo, que fue censurada por el régimen franquista, y que relata la historia de amor de una falangista y un comunista hasta que estalla la guerra civil española. En el próximo cinefórum Tomás Moro, en septiembre, se abordará este tema. Sólo entre julio y diciembre de 1936 se consumó la pérdida del 50% del patrimonio artístico de la Iglesia jienense: daños arquitectónicos, retablos, imágenes, coros, pinturas, relicarios, archivos, piezas de orfebrería, ropa y numeroso ajuar litúrgico. Así, la Custodia del Corpus Christi de la Catedral, realizada en 1533 por Juan Ruiz ('El Vandalino'), de plata y planta hexagonal de seis cuerpos, de 2 metros de altura y 109 kilos, fue desmontada a martillazos. Después la arrojaron desde la verja a la batea de un camión estacionado en la calle Campanas. Al caer la Custodia se partió en dos. Sus fragmentos se convirtieron en barras de plata. El órgano de la Catedral que data de 1780 y el realejo u órgano pequeño de 1679, se desmontaron de forma violenta, arrojándolos desde la balaustrada del coro; estos tubos se distribuyeron entre los tejados de la Catedral y las torres del Castillo de Santa Catalina, para disimular defensas antiaéreas. Las campanas catedralicias fueron arrojadas desde la torre; para amortiguar su caída se esparcieron por el suelo los legajos del archivo. El arca del Santo Rostro fue violentado a golpes de escoplo; intentaron extraer la reliquia y se llevaron sus cajas de plata, conservándose el velo con que la Verónica enjugó la faz de Jesús. Sólo desde una profunda ignorancia que acrecienta la maldad, puede lograr entenderse esta atrocidad: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,33-34).

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