Catar

Ad Líbitum ·

Como todo ciudadano lleva un entrenador dentro, cada encuentro dará para una buena conversación y una animada tertulia.

Javier Pereda Pereda

Jueves, 17 de noviembre 2022, 23:52

El Mundial de Catar concitará durante veintiocho días una audiencia televisiva acumulada muy superior a los 8.000 millones de habitantes del planeta. La vigésimo ... segunda edición de la Copa Mundial de Fútbol organizada por la FIFA –comenzó en 1930 y solo se suspendió en 1942 y 1946 por la Segunda Guerra Mundial– ha elegido como sede de este campeonato la península catarí bañada por el Golfo Pérsico. El emir Al Thani gobierna esta pequeña monarquía absoluta, de dos millones de habitantes, pero con una de las mayores rentas per cápita, al poseer la tercera mayor reserva de gas natural. Este país situado al este de la península arábiga, de mayoría musulmana, no precisa que sus ciudadanos paguen impuestos. Su extraordinaria riqueza ha contribuido a la nominación como escaparate global. El estado catarí es propietario del club de fútbol parisino París Saint-Germain, vigilado por la inyección de petrodólares, que adultera el 'fair play' financiero; la Supercopa española, en enero pasado, estuvo a punto de celebrarse en Catar, pero los enjuagues entre Rubiales y Piqué la llevaron a Riad. En la celebración de un evento de esta naturaleza se entrelaza lo deportivo, los contratos millonarios que se generan y la cultura entre distintas civilizaciones. Quienes sostienen la teoría del 'Choque de civilizaciones' de Huntington, critican ofrecer visibilidad a un país en donde los derechos humanos como la vida (con la pena de muerte y la tortura), la dignidad e igualdad de las mujeres, la libertad religiosa, la libertad de expresión y los derechos de minorías homosexuales, quedan restringidos. Además, el diario británico 'The Guardian' denuncia la corrupción y la explotación de los trabajadores en la construcción de los estadios de fútbol, que llega a cuantificar en la muerte de 7.000 inmigrantes.

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Sin embargo, otros entienden que el fútbol puede servir de elemento de unión —sin caer en la engañifa del 'Diálogo de civilizaciones' del iraní Jatamí—, como ocurriera en la Nochebuena de 1914, en el partido entre alemanes contra ingleses y franceses en la Gran Guerra. Catar —grafía recomendada por la RAE, mejor que Qatar— representa la punta de lanza de los países árabes con la cultura Occidental. En este enclave desértico, en cuya capital Doha se levantan rascacielos, se han suspendido todos los campeonatos en los distintos continentes para disputar este acontecimiento, ahora que la temperatura permite practicar este deporte. La nación que pretenda alzar la copa tendrá que ganar siete partidos, para celebrar la final una semana antes de Navidad, después de las eliminatorias entre 32 selecciones. Se puede realizar una simulación de los equipos que pueden acceder a semifinales, según los cruces previstos, siempre con la incógnita del factor suerte; aunque suele ganar el mejor. La cinco veces campeona del mundo, Brasil, una vez más, cuenta entre las favoritas; Alemania, con cuatro galardones, también figura como candidata (si supera a Brasil o Argentina); Italia, con los mismos méritos, no se clasificó; Francia, Argentina y Uruguay dos veces ganadoras —especialmente la vigente campeona—, puede concurrir a la final contra Alemania o Brasil; por último, Inglaterra y España, con una estrella de cinco puntas, pueden sorprender. Cada país, con su idiosincrasia, jugadores, entrenador, sistema de juego, serán objeto de análisis por periodistas en las televisiones, que han comprado los derechos de retransmisión.

Como todo ciudadano lleva un entrenador dentro, cada encuentro dará para una buena conversación y una animada tertulia. Sin caer en el chovinismo, ha llegado el momento de superar los complejos para enarbolar la enseña nacional, haciendo gala de un patriotismo cabal, como otros países, pese a que algunos dirigentes renieguen de ello; lo que no impide reconocer deportivamente al mejor. Veremos qué estilo de juego triunfa: fuerza, velocidad, el tiqui-taca. También 'el Balón de oro'; recordamos 'el gol del siglo' o 'la mano de Dios' de Maradona contra Inglaterra en 1986; a Messi, Zidane, Modric en 2018; la 'Bota de oro': Kocsis, Eusebio, Müller o Ronaldo y el 'Guante de oro'. La atención está puesta en jugadores como Vinicius, Mbappé o Bellingham; el noruego Haalland lo verá en casa. Viejas glorias se despiden del mundial: Messi, Cristiano, Benzema, Modric. La recuperación física será decisiva al finalizar el torneo. Podría calificarse a este deporte como un sano opio del pueblo, porque impedirá evadirnos y afrontar la realidad profesional, familiar y de la asombrosa situación política.

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