No nos han explicado en voz alta qué se hizo de los fondos europeos para la recuperación. Dada la discreción de los que deben saberlo, ... nos tememos que se han quedado tan cortos como los pantalones de los niños cuando pasan a adolescentes. El hambre les devora.
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Igualmente, la inflación, la peste, el gas y la guerra los han dejado en una buena intención, o sea, piernas largas y calzones cortos. Es una maravilla que las grandes potencias se hayan fiado de Putín hasta el extremo presente. Esa confianza no sólo se ha extendido a la cuestión capital de la energía sino también a la defensa.
Pasada la época de recaudar y gastar, ahora parece llegar el tiempo del ahorro particular sin merma del gasto público a cargo de los impuestos y la deuda. El gobierno y los sindicatos están dispuestos a movilizaciones frente a las empresas, que salidas de la pandemia están al límite de sus posibilidades. Sólo las grandes y pocas que controlan la energía, alcanzan fabulosos beneficios. Con la pancarta que apunta al poder empresarial –cuya prosperidad está asegurada– se agazapan los tres millones de autónomos y las pequeñas empresas que están pensando en echar el cierre.
La subida de salarios y pensiones por convenios o por ley, no se arreglan con cartillas de racionamiento como en los 'mejores tiempos'.
Tampoco se van a crear fuentes de energía cerrando las centrales y esperando que la eólica, cuyo coste forma parte del recibo de la luz, resuelvan el problema presente pues su efectividad, requiere por lo menos una década.
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Como las empresas pequeñas son la mayoría, la subida de salarios obligará al cierre e incremento del paro. Así gobierno, sindicatos y los apoyos de la coalición afrontan el curso que está al llegar, curso de elecciones y tiempos magros.
La astucia del gobierno Frankenstein de desdoblarse en gobierno y antigobierno en una sola pieza, de modo que los 'moderados' siempre tienen –si la cosa sale mal– un chivo expiatorio: Podemos y el resto de la izquierda. A la oposición constitucional le queda sólo el improperio.
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Hay una serie de rasgos estructurales y no simplemente coyunturales que subrayan la inquietud general. La más importante es la ruptura de las negociaciones sobre la elección de los jueces. Esa parálisis, al no satisfacer a los políticos, resalta la ausencia de consenso y el riesgo de que el Poder Judicial se politice vulnerando no sólo el Estado de Derecho sino los valores fundamentales de la carta de la Unión Europea.
Un segundo rasgo es el hábito de gobernar por decreto-ley, hurtando así al Congreso de verdadero debate. Añadamos que los actos de gobierno se conocen a veces, a través de los periódicos, incluso les sucede así, a los propios ministros.
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Sin olvidar las abundantes disposiciones ideológicas que tienen como destinatarios a los minoritarios grupos anticonstitucionales. La línea de gobierno resultante es la de una tendencia progresiva a esterilizar a la oposición constitucional, creando una oposición anticonstitucional integrada en el gobierno.
Las elecciones andaluzas, las de la Comunidad de Madrid y la de Galicia sumadas a las actuales encuestas y sondeos, permiten pensar que se está gobernando para una minoría que ya lo era al comienzo de la legislatura. La única salida a este callejón, meramente democrática es la disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones generales, que, en razón del necesario ahorro, debieran ser el mismo día que las autonómicas y municipales.
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