Besar el pan

Puerta Real ·

Esta sociedad derrocha demasiado porque ha olvidado besar el pan

Juan Santaella

Jueves, 12 de enero 2023, 00:53

Antiguamente, cuando se caía el pan al suelo, se recogía, se besaba y se comía, como signo de devoción hacia el alimento, expresión de lo ... ganado con esfuerzo, y manifestación solidaria con los que no disponían de él. Hoy esa costumbre se ha perdido. Vivimos en la sociedad del derroche, donde sobra de todo, y todo se tira. Según la FAO, se desperdicia en el mundo el 30% de los alimentos que se producen, es decir, 1.300 millones de toneladas anuales.

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El actual Gobierno trasladó al Parlamento, en junio de este año, una ley pionera, contra el desperdicio alimentario en toda la cadena (se está debatiendo, y pronto se aprobará), desde la cosecha hasta el consumo, porque, en 2020, los hogares españoles tiraron a la basura 1.360 millones de kilos de alimentos, una media de 31 kilos por persona. Hasta el momento, solo Francia e Italia habían legislado sobre esta materia. Con esta ley, el Gobierno se adhiere a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, entre otros el de reducir a la mitad el desperdicio alimentario.

Tras su entrada en vigor, toda la cadena alimenticia, desde la cosecha hasta el consumo, ha de tener «un plan determinado sobre qué va a hacer con los excedentes». Para donar éstos, los agentes de la cadena (comedores, restaurantes…) deberán suscribir acuerdos de colaboración con empresas, y organizaciones sin ánimo de lucro o bancos de alimentos. En cuanto a las sanciones, sobre todo por no contar con ese plan de prevención, podrán ser de 2.000 euros a 500.000, en los casos muy graves. Por fin tenemos una ley que se detiene en lo minúsculo, lo que afecta a esos seres sin nombre porque no tienen medios para vivir, y a los que la sociedad tiene que dar respuesta.

La sobriedad, enemiga del derroche, debería ser una virtud mucho más valorada socialmente, por su importancia. A nuestros hijos deberíamos inculcarles en la familia, en el colegio y en la sociedad, que, para ser sobrios y austeros, debemos diferenciar los deseos de la realidad; controlar los caprichos; ayudar a comprar y cocinar, para que valoren el esfuerzo que eso entraña; reutilizar la comida que sobra, y no tirarla; ser solidarios con los necesitados; no acumular demasiados alimentos; regular el consumo de chucherías; visitar con ellos un comedor social; conocer el precio de las cosas; enseñarles a comer de todo; acabarse lo que uno se ha servido en el plato; y, nosotros, padres y educadores, predicar con el ejemplo.

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Como dice Emilio Lledó, en su reciente libro, 'Identidad y amistad', la sociedad de consumo ha enmascarado la necesidad de vivir «en el exceso de sobrevivir», de vivir sobradamente…, sin darnos cuenta de la «furia» de los millones de seres que viven en la soledad de su abandono, en su miseria y en su desesperanza. Hoy, tras una Navidad consumista, en la que Jesús nace para dar pan y salud a los que carecen de ella, nosotros tiramos la comida, habiendo miles de personas que rebuscan en la basura y en las traseras de supermercados, para tomar lo que le sobra a una sociedad obsesionada por el brillo, el derroche, y las fechas de caducidad. Tenemos una sociedad que tira demasiado porque ha olvidado la costumbre de besar el pan.

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