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Una autónoma en el chiringuito

A la última ·

Miércoles, 21 de agosto 2019, 00:28

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Finales de junio. Cinco de la tarde. Treinta y siete grados a la sombra en una zona medio obrera medio hípster de la capital del ... Reino. El orgullo de barrio, que llevamos tan a flor de piel durante los meses de invierno, ahora dura lo que tarda en derretirse un polo de limón: «En cuanto termine el curro nos largamos de aquí y te juro que no vamos a poner un pie en este pueblo hasta que acabe esta tortura». Lo veo. Trabajar un par de tardes por semana, el portátil frente al mar, un bol de aceitunas -no me gustan, pero como que dan ambientillo veraniego-, el agua acentuando los reflejos de mi pelo azul, una foto en Instagram de la puesta de sol: «Aquí, en la oficina». Principios de julio. Una maleta, un par de petates y a la carretera. Aprendo a conducir a marchas forzadas. Por primera vez desde que me hice autónoma, el teléfono no deja de sonar. Por supuesto, digo a todo que sí: «Estas cuatro cosas me las ventilo yo en un pliqui desde el chiringuito, gin-tonic en mano». Así me gusta, Alba, no te vaya a flaquear la moral antes de empezar.

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