Colapso oceánico y política ambiental
Armando Segura
Domingo, 25 de febrero 2024, 21:40
Investigadores de la Universidad de Utrecht, han publicado en 'Science' los resultados de un experimento de simulación con modelos climáticos cuyo informe es espectacular. Según ... el artículo, debido a la circulación oceánica del Atlántico meridional, estamos a punto de colapsar su papel de regulador del clima. Se espera un enfriamiento en Europa de 2ºC cada diez años. Con ocasión de esta novedad, es preciso replantear nuestras inercias sobre un tema que preocupa a todos.
La cuestión climática es un ejemplo de como la ideología y los intereses que la publicitan, conducen al olvido de los elementos más sensibles del bien común. Vaya por delante que, releyendo la geología, el planeta Tierra ha sufrido períodos de glaciaciones y calentamientos globales en gran número cuyos testigos son los estratos geológicos respectivos. En uno de esos calentamientos globales, la especie estuvo al borde de la extinción, sobreviviendo en las costas de Sudáfrica, con menor temperatura. Es obvio que no había contaminación ni sistema productivo que la generara.
Ahora nos encontramos con una situación semejante a la de los principios de la Revolución industrial: las máquinas desplazaban a hombres, mujeres y niños en los telares ingleses que usaban como materia prima la lana que venía de Castilla. Cabía un punto de vista positivo: las máquinas mejorarán la condición del trabajador y mejorarán el nivel de vida del conjunto. Eso ocurrió desde luego, pero dos siglos después, y con un índice de mortalidad muy alto por agotamiento, enfermedades, explotación, etc. En este punto nos encontramos en el tercer milenio, con un período intermedio de transición ecológica en el que desde hace muchos años se ha creado una conciencia mesiánica y apocalíptica que propagan a la vez, opaco mestizaje, los activistas idealistas sacrificados y las eléctricas, junto con los partidos de izquierdas. De oficio, lo que en principio eran orientaciones y recomendaciones, se convierten en condenas que dividen a la ciudadanía en 'negacionistas', 'medionegacionistas' y 'proclimáticos', lo cual llega hasta los currículos, las memorias y las tesis. Esta presión claramente ideológica, choca con la realidad de la vida.
La planificación desde los despachos no es sólo propaganda sino un intento de diseñar la vida según los proyectos en donde se especifican las fases del proceso hacia un mundo libre de metano, el ideal de la civilización humana. Sin metano, sobran vacas y desde luego hombres, que también difunden metano, no se comerá carne sino verduras que es más sano porque lo han dicho miles de médicos.
La conciencia moral ha encontrado un nuevo fin último: el planeta y la biodiversidad. Los lobos son intocables, los corderos, no, el carbón y las nucleares deben ser denunciados ante el Tribunal de la Haya. Entonces surge la reacción del sector primario, del transporte que tienen que cargar con el coste de la transición y a sumar todos los ciudadanos que ven los recibos de la luz y de la alimentación, triplicados en poco tiempo y una crisis alimentaria que llega hasta las ONGs y los bancos de alimentos.
¿Es humano que con el sueldo mileurista se lleve a la población a la desnutrición? Los mayores contaminantes, China, Rusia, USA, desoyen las admoniciones. Dicen que las víctimas son los países pobres, pero el aire de África está más limpio y es más azul. El cambio climático, éste como tantos otros, debe ser afrontado con las armas que nos dan la tecnología y el sentido social. Si se funden los glaciares, lo positivo es pensar que habrá más agua. Si no llueve, fabricaremos agua, si los países árabes contaminan, inventaremos nuevos combustibles. Pero el planeta es para el hombre y no el hombre para el planeta.
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