Clientes y clientas
Armando Segura
Lunes, 20 de noviembre 2023, 22:54
El cliente figura como ciudadano, pero es un vasallo a todos los efectos. La clienta es como el cliente, pero sujeta a discriminación positiva. La ... clientela es aquella forma sin papeles por la que se gobierna verdaderamente una nación. En otras culturas, la clientela se basa en los lazos de sangre y todos votan como hijos de su padre. En Occidente, la clientela tribal tiene caracteres residuales y puntuales pero muy visibles. Una familia de siete hijos, acaban todos en la cárcel en razón del 3% o en razón de una estafa piramidal. Siempre hay millones con muchos ceros en juego. Un sentimiento de asombro nos embarga cuando se encausa a padres e hijos como si se tratase de un proceso a la camorra siciliana.
La más auténtica de las clientelas contemporáneas se encuentra en la estructura de los partidos políticos, que son auténticas oficinas de colocaciones. Existe un paralelo con la costumbre medieval en donde en las peores épocas del feudalismo y luego del absolutismo, la única manera de ascender en la escala social era ingresar en un monasterio o cofradía.
Cualquier jornalero del campo podía llegar a percibir tantas rentas como el duque de Alba. Como, a la hora de la verdad, los pobres son a veces, más listos que los ricos, los mendigos se hacían mendicantes y podían aspirar al Arzobispado de Toledo.
Jamás a un vasallo se le permite decidir sin consultar a su señor y si lo hiciere, será declarado 'felón', sujeto a descuartizamiento y pena de ceguera perpetua.
La Ilustración promovió la humanización de las costumbres, la supresión de la tortura como medio de pesquisa de las intenciones y la introducción de cárceles cómodas y de mayor salubridad. Todos desearían acabar en ellas, de hecho, procuran los mafiosos vivir en los alrededores, para el caso.
Los partidos, como se sabe, son muchos pero el jefe es único. Son elegidos por las bases del partido que son unos cuantos miles y esa elección tan restringida es la decisiva porque por ella se elige al jefe. Éste, vinculado por la gratitud debe colocar a sus fieles, siendo éstos, primero funcionarios del partido y si el jefe gana, altos funcionarios del Estado, ministros, presidentes de altas instituciones, embajadores, etc.
Hay profesionales de alto prestigio como notarios, médicos, ingenieros y otros que deben prepararse largos años para conseguir su plaza. No se ha visto un notario o un médico o un guardia civil analfabeto o que no sepa memorizar una ponencia o una clase.
La clientela política lo asume todo. No hay que estudiar, sino entrar por abajo e ir subiendo en el escalafón con los méritos que da la fidelidad. Cada miembro de la clientela es como la piedra en el lago que va formando pequeñas olas de clientes, por un método parecido al de los agentes de seguros. Cada cliente 'forma' varios clientes con la única condición de votar sin pensar. Si desde la pirámide política seguimos la escala descendente de la clientela, los privilegios disminuyen hasta que las olas del poder llegan al límite del presupuesto.
La consecuencia de este sistema es que la política es cosa de los políticos, que los políticos viven de ello, que sus cualidades, valores y competencias, no han sido evaluadas e incluso que, en determinadas formaciones, la incompetencia es regla pues todo error se amnistía con el agua bendita de la lealtad.
Así se explica que el resultado de las votaciones sea previsible, haciéndolas inútiles y que quienes nunca fueron nada, de la noche a la mañana, lo serán todo.
Somos conscientes de tal situación y de que hay otras peores. Es necesario envolver el mecanismo con las grandes palabras de libertad, igualdad y fraternidad.
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