«Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron»
Arciprestazgo de Cartuja
Martes, 9 de diciembre 2025, 23:06
Ya se va acercando el momento de celebrar el más importante acontecimiento de nuestra historia. Dios nos envía al Verbo y, a través de Él, ... nos está haciendo el mayor regalo: «El Amor del mejor Padre». Este hito cambiará definitivamente el devenir de la humanidad.
Ya llevan semanas recordándonoslo todos los medios de comunicación y todos los comercios; además ofrecernos lotería, cupones y rifas de Navidad ya desde agosto. No sea que se nos vaya a olvidar alguna cosa externa.
Pero este niño pobre, cuyos padres sufren la indiferencia de los próximos y se hace Carne en un sencillo pesebre, convierte su vida en una invitación a ser felices sembrando Amor en nuestro interior y regalándolo a quienes nos rodean.
Hoy necesitamos reflexionar sobre lo que no se nos ofrece en lo comercial y en lo espiritual, pues ya que los granadinos sumamos, a la frialdad urbana el que vivimos en una 'ciudad escaparate', tan visitada y ocupada por turistas que somos los de aquí los que nos sentimos, a veces, ajenos al trajín de nuestras calles y plazas. Pero no hay excusa, porque a Jesús no hay que buscarlo. Está ahí, a la vista de todos, en la acera pidiendo, durmiendo en aquel banco, refugiándose del agua en aquel portal , sobre aquellos cartones se recuesta, en aquella iglesia limosnea.
Las personas sin hogar representan un desafío moral no solo para los creyentes, sino también para el resto de nuestros convecinos. «El cristiano no puede considerar a los pobres solo como un problema social, sino como una cuestión familiar. Son de los nuestros. Nuestra relación con ellos no se puede reducir a una oficina o a una actividad aislada de la Iglesia» (Dilexi Te 104, LeónXIV).
Lamentablemente, con demasiada frecuencia, tanto instituciones como particulares, no solo expresan su deseo sino que también realizan el intento de enviarlos a algún 'gueto' en el extrarradio lejos de la sensible vista de los ciudadanos de primera o de los turistas, a los que se les desean ofrecer unas vistas de postal retocada o una realidad inventada. La solución no está en esconder lo que nos avergüenza, más bien lo decente, sería abordar cada situación desde el deseo de dignificar e integrar al otro respetando su especial estado o situación.
Estas, más de doscientas personas, necesitan que se les escuche, se les atienda, se les quiera y eso solo se consigue desde el encuentro personal. Ya sufren a diario muchas formas de indiferencia. Atrevámonos a saludarles, escucharles y hacerles un pequeño obsequio (unos calcetines, un caldo, un dulce; no más, pues ellos no pueden cargar más). Mañana los veremos de otro modo, porque los habremos descubierto como hermanos.
Sabemos que ya cumplís vuestra cuota solidaria con vuestros impuestos, con vuestros donativos a la iglesia o a alguna oenegé y con vuestra implicación en alguna actividad social, pero para los cristianos no se trata de cumplir, sino de disfrutar del amor fraterno, pues todo pobre refleja al Jesús del pesebre.
En estos días repasaré la situación de mi familia, de mis amigos, de mis vecinos y de aquellos pobres que forman parte de mi paisaje cotidiano. Haré una ronda de llamadas, otra de visitas y otra de abrazos y sonrisas para que así la Palabra se convierta en obra y el Amor acampe entre nosotros. Y el día de Navidad celebraré la Paz además del Amor.
¡Que la paz y el amor inunden tu vida y la calen hasta lo más profundo!
¡Feliz Navidad!
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