'Apesebrados'

Juan José Cara Tarifa

Jueves, 10 de noviembre 2022, 00:48

Hemos celebrado el 17 de octubre pasado el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Un día que nos llama a desear justicia para ... todos y un reparto mejor de las riquezas de la tierra, dadas por Dios a todos sus hijos, y, por tanto, propiedad de todos.

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Es una pena ver cómo nuestro mundo se autoaniquila por la sed de acaparar bienes, recursos y, en definitiva, poder. Es una pena ver cómo el 1% de la población posee tanto como el 99% restante.

La lógica capitalista de acumular más y más choca contra el sentido común más elemental de saber que, si queremos una paz estable y duradera, habrá que tejer relaciones más racionales y humanas que las que dicta el mercado, 'sacralizado' y global.

La dignidad de la persona es el criterio que debería regir todas las actividades y relaciones sociales, políticas y económicas. Toda la razón de ser de la economía y la política consiste en servir a las personas, todas sin exclusión. Todo lo contrario de lo que contemplamos y padecemos en nuestro entorno: intereses partidistas y económicos por encima del bien común.

El pragmatismo de la lógica capitalista nos quiere robar el alma, pretende una sociedad sin sujetos libres, responsables y trascendentes... en definitiva nos quiere 'apesebrar'. Hacernos ver que el pesebre, el estómago… (y no el pensamiento) van por delante.

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Mientras el dios dinero gobierne el corazón de las personas y nos sometamos a tener una vida llena de comodidades, consumo y falsas expectativas ('panem et circenses'); pero vacía de compasión, solidaridad y sentido último de la vida y de las cosas, nuestra economía se regirá por la competitividad y el beneficio, y nuestra política por alcanzar cotas de poder más altas y el clientelismo. ¿Qué idea de persona hay detrás de las ideologías que nos gobiernan? Esa es la pregunta que debemos hacernos en un tiempo de transiciones tan graves y profundas como el que vivimos.

Los programas políticos no bastan, se necesita una cultura política común, apoyada en un común sentir moral (gramática ética común) y éste, a su vez, en una conciencia trascendente que haga indisponible a las personas para ser manejadas como masa, número, 'consumidores' o 'usuarios'. La persona es mucho más…

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Ser conscientes de la dignidad trascendente de la persona humana hace que el compromiso político y económico de los cristianos en nuestro mundo sea una tarea apasionante y decisiva, pues nos convierte en colaboradores de Dios mismo, profetas de un Evangelio que es vida y reconocimiento del valor de todas y cada una de las personas que habitamos la tierra.

Erradicar la pobreza sólo será posible cuando la riqueza no sea nuestro dios y señor; cuando nos sustraigamos a la lógica del «sálvese quien pueda» y creemos alternativas y dinámicas diferentes al beneficio o el poder.

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Jesucristo se hizo pobre por nosotros, para hacernos ricos en bienes no materiales, pero sí relacionales y profundamente humanos y, por tanto…, divinos.

¡No dejemos que nuestra inconsciencia nos lleve a la destrucción! ¡Despertemos! ¡Abrámonos a una vida más fraterna, austera y compasiva!

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