Reflexiones turísticas
Sostienen algunos expertos en la materia que nuestro modelo de turismo está agotado
Antonio Mesamadero
Granada
Lunes, 9 de junio 2025, 23:19
Sostienen algunos expertos en la materia que nuestro modelo de turismo está agotado, y no sé si lo dicen porque tienen pruebas o simplemente por ... hundirle la moral a la par que tocarle las bolillas al gremio hostelero. Personalmente, me inclino más por la segunda opción, ya que muchos de esos expertos en turismo son como los malos videntes: si no dan malas noticias no se quedan tranquilos.
La opinión de estos agoreros del hundimiento contrasta con la de los técnicos que hacen un diagnóstico más optimista y vienen a decir que el turismo ni se crea ni se destruye, simplemente se diversifica. Eso de que tiene los días contados es sólo para los que no pueden tomarse unas vacaciones y no disfrutan de más excursión turística que la realizada desde sus casas a la terraza de un bar. Son los insolventes vacacionales que únicamente puede viajar viendo vídeos de National Geographic. Sinceramente, creo que lo agotado no es nuestro modelo turístico, sino el turista, que está en modo aburrido: ya nada le complace. Ciertamente, nosotros hemos cambiado poco, la Alhambra y nuestra malafollá siguen intactas, pero, ¿y ellos? El turismo que visita Malafollilandia no es el de antes. Pongamos como ejemplo al visitante que se dejaba los cuartos en los restaurantes, la artesanía y las zambras. Cuartos y mitad, más la propina. El forastero que viene ahora, en su mayoría, trae los parneses contados hasta el chavico y con la mochila llena de latas de conserva. Tienen escaso interés por nuestra cultura y demasiado por las bodegas. Ya ni siquiera pernoctan aquí, perdiéndose una de esas maravillosa noches granadinas con olor a jazmines y a porros del lugar.
En el pasado siempre tratamos a los turistas como lo que son: los que nos da de comer, directa o indirectamente. Pero les hemos perdido el respeto y ya no les obsequiamos con aquellas reverencias que nos hacían tan especiales en el mundo mundial. Ellos también han cambiado. Actualmente se ven pocos de aquellos alemanes con sandalias y calcetines de lana que eran encantadores y muy divertidos, porque su nulo sentido del ridículo les hacía montarse en pleno agosto en un coche de caballos a las tres de la tarde, con la fresquita, y pasear por Granada ataviados con una camisa hawaiana y un sombrero cordobés. Y se les veía felices, felices y bien adobados en vinos de la tierra. Les venía ni que peripintado el epitafio: «Murió tranquilo por haber conocido la felicidad en Granada».
Se me viene a la cabeza la imagen de Alfredo Landa en una película muy graciosa, no recuerdo el nombre, vestido con traje flamenco y cantando a los turistas: «Oklahoma, Oklahoma, Oklahoma el chicle de goma. El chicle de goma que los yanquis toman, mascando el inglés, mascando el inglés, y cuando les preguntas contestan que yes». Es lo que más les gusta de nosotros: la inocencia como pueblo y la chispa. Granada necesita mejores infraestructuras y recuperar el tren de la simpatía con el turismo.
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