El caos global: la hecatombe Trump 2.0
Ha desatado una auténtica cruzada a cualquiera que cuestione su visión de Estados Unidos
Antonio Gil De Carrasco
Viernes, 14 de marzo 2025, 23:09
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Antonio Gil De Carrasco
Viernes, 14 de marzo 2025, 23:09
Desde su regreso a la Casa Blanca en enero de 2025, Donald Trump ha desatado un torbellino geopolítico que ha sumido al mundo en un ... caos impredecible. Lo que antes eran bloques de poder bien definidos—un Occidente unido frente a una Rusia expansionista— se ha convertido en un tablero caótico donde los antiguos aliados son ignorados y las reglas del juego cambian al antojo de un solo hombre. China, lejos de su tradicional estrategia paciente, ha intensificado su postura confrontativa, elevando su gasto en defensa por encima del 7 %.
Si la anexión de Crimea en 2014 marcó un punto de inflexión en la política internacional, la invasión rusa de Ucrania en 2022 consolidó una respuesta coordinada de Occidente para frenar las ambiciones de Putin. Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN cerraron filas en apoyo a Ucrania, conscientes de que ceder ante el Kremlin significaba poner en riesgo la estabilidad global.
Sin embargo con Trump de vuelta en el poder, ese equilibrio se ha desmoronado. En apenas dos meses, ha desmantelado la cooperación con sus aliados europeos, humillado públicamente a Volodímir Zelenski e iniciado negociaciones unilaterales con Rusia, dejando a Europa fuera de la mesa y relegando a Ucrania a la irrelevancia. ¿Estrategia o saqueo? No es descabellado pensar que su administración busca el control de los yacimientos de litio y titanio ucranianos, clave para la defensa y la industria automotriz, como el Tesla de Musk.
Pero la política exterior no es su único frente de batalla. En el ámbito interno, ha desatado una auténtica cruzada contra inmigrantes, funcionarios gubernamentales, la comunidad LGTBI y cualquiera que cuestione su visión de Estados Unidos. En el plano económico, ha desafiado el orden global con amenazas de aranceles del 25 % a Canadá, México y la UE, desatando una guerra comercial que ha sacudido los mercados. China, lejos de amedrentarse, ha respondido con sanciones, intensificando una espiral de tensiones sin precedentes. Lo que antes era un frágil equilibrio entre bloques definidos se ha convertido en un campo de minas, donde la imprevisibilidad es la única constante.
Como si esto no fuera suficiente, Trump ha puesto sobre la mesa reivindicaciones territoriales que parecen sacadas de un manual del siglo XIX. Ha exigido el control del Canal de Panamá, reiterado su intención de comprar Groenlandia —como ya intentó en 2019— y, en un gesto de arrogancia histórica y diplomática, ordenado que el Golfo de México pase a llamarse «Golfo de América», ignorando siglos de historia y despreciando a México y al mundo hispanohablante. Su doctrina bebe de la Monroe y del «Gran Garrote» de Roosevelt, una combinación de diplomacia y amenaza militar que recuerda a otros tiempos.
Su obsesión por imponer una visión anglófona del mundo choca con una realidad mucho más diversa. Como bien señalaba el profesor José G. Moreno de Alba, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, en un artículo que hoy cobra gran relevancia, la palabra americano ha sido apropiada para referirse exclusivamente a los ciudadanos de Estados Unidos, cuando históricamente englobaba a los habitantes de toda Hispanoamérica. Paradójicamente, el país que hoy monopoliza el gentilicio ni siquiera formaba parte de aquella comunidad que, con orgullo, decidió llamarse a sí misma americana.
Este revisionismo lingüístico no es trivial, forma parte de una narrativa que excluye a millones de personas y refuerza un orden unilateral donde 'America first' es, en realidad, 'America alone'. La imprevisibilidad de Trump no solo fragmenta al mundo haciéndolo más conflictivo y menos cooperativo, sino que además, empuja a bloques enfrentados a ver en Estados Unidos un enemigo común.
Ser presidente de la mayor potencia mundial implica una responsabilidad que trasciende fronteras. Con su poderío económico y militar, se espera que su liderazgo contribuya a la estabilidad, no al caos. Pero si persiste en su estrategia de confrontación y desprecio por las alianzas, el resultado será un planeta más inestable y peligroso. En lugar de fortalecer su país, estará debilitando su posición y empujando a sus aliados a buscar nuevas estrategias sin contar con Washington.
Europa ya ha tomado nota. Como señalaba Robert Kagan en 'Of Paradise and Power: America and Europe in the New World Order' (Nueva York, Alfred Knopf, 2003), estadounidenses y europeos no comparten una visión del mundo. Mientras Europa cree en la diplomacia y la cooperación transnacional, Estados Unidos sigue aferrado al poder militar como eje de su seguridad. La famosa frase de Kagan, «los estadounidenses son de Marte y los europeos de Venus», cobra hoy más sentido que nunca.
Ante el desafío de Trump, Europa ha comenzado a reducir su dependencia de Washington. La Unión Europea ha decretado un aumento considerable en sus presupuestos de defensa, con el objetivo de que cada país miembro destine al menos el 2% de su PIB a este rubro.
El mundo puede resistir muchas crisis, pero no la imprevisibilidad de un líder que parece gobernar con el ego antes que con la razón.
Termino con una reflexión del Nobel colombiano Gabriel García Márquez:
«Un hombre solo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse
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