Omisión de socorro

Antonio Fernández-Fígares Morales

Viernes, 13 de septiembre 2024, 23:08

Dice el catecismo que se peca de pensamiento, obra, palabra y omisión, y esto quiere decir que comete un daño, tanto por la acción, como ... por la no acción del deber de auxilio al prójimo que está en dificultades, y con más motivo si es próximo.

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Es lógico que esto sea así, porque si tenemos en nuestra puerta, o al otro lado del mundo, a personas que no tienen agua, y nosotros tenemos un río, o aunque sean unas cuantas botellas, lo compasivo, lo que define si tenemos o no alma, es si compartimos lo que tenemos, pero claro, nos ha educado en el 'sálvese quien pueda', y el 'porque yo lo valgo' y esto está creando un mundo cada vez más deshumanizado, en que primero voy yo, después yo y luego yo.

Además, suele pasar que al que tiene una desgracia, merecida o inmerecida, se le quiere no ver, se convierte en un espíritu aunque de momento encarnado, aunque puede ser que prefiera desencarnar al ver una falta de corazón tan pavorosa.

Familia y amigos solían ser la red de seguridad para las épocas difíciles, incluso los conocidos colaboraban cuando había que socorrer y no dejar de lado el inmenso dolor y sufrimiento del que se ve con las manos vacías y un futuro terriblemente incierto lleno de incomodidades, si es que llega a producirse tal futuro.

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¿Y de dónde viene esto? Como decía la mujer más vieja de España, que ha muerto recientemente: «Ahora lo que se busca es el dinero». Y cuando se tiene, gastarlo casi exclusivamente en uno mismo y en el círculo más cercano, del que se espera una contrapartida a medio y largo plazo. Hay muy pocos valores humanos y no se desarrollan lo suficiente.

En unos países más que en otros, pero por lo general, el 'que se busque la vida' o 'a ver si alguien te ayuda', o vaya, 'pobrecito', cambiando de tema al instante suelen ser las actitudes más generalizadas.

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El materialismo y el hedonismo se han convertido en la nueva filosofía y la nueva droga, y aunque lo han sido siempre para todos aquellos que quieren llenar de sensaciones su vida, más que de significado y misión. Se vende a través de todos los medios que la felicidad está en esas montañas rusas, que muy frecuentemente no traen paz, sino una insaciable voracidad, y una insatisfacción profunda.

Está claro que hay que tener las necesidades básicas cubiertas, pero algunos creen que ya hacen bastante satisfaciendo las suyas y las de su familia, que con frecuencia se reduce a los miembros más cercanos y a veces ni eso.

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Sri Nisargadatta Maharash dice: «La indiferencia al sufrimiento ajeno lo atrae a nuestra puerta. Hay que ver menos el mundo, comer menos cosas deliciosas, no siempre vestirse maravillosamente y más hacer cosas meritorias, generosas, que supongan apoyar y ayudar a los débiles y enfermos, a los pobres y desesperados, a los que sufren, ya que esto producirá una satisfacción perdurable, y hará del mundo un lugar más armónico».

¿Qué clase de humanidad se puede construir sin compasión?

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