Espero que este titular llame la atención sobre el texto que quiero comentar, más bien desatendido por los medios críticos españoles. El 24 de julio ... pasado el papa Francisco publicó una carta pastoral titulada 'Louée soit la lecture', y William Marx, catedrático del Collège de France , ha puesto un prólogo a la traducción francesa de ese texto. Marx tiene una extensa e intensa competencia en materia literaria. Recordaremos solo la edición de los dos volúmenes del 'Cours de poètique' de Valéry para la NRF de Gallimard (2023) y 'Un été avec don Quichotte' (2024). Las páginas del papa le llamaron la atención de tal modo que mandó una reseña a 'Le Monde' que, ampliada, forma el prefacio de este delgado volumen: «Pape François, 'Louée soit la lectura. Lettre sur le rôle de la littérature dans la formation'. Préface de Willam Marx Professoeur au Collège de France, Paris, Équateurs, 2024, 64 p.».
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El prólogo se titula 'Nihil obstat', porque en efecto propone un «nihil obstat» y un «imprimatur» universal a la literatura, es decir, nada se opone a que se impriman los libros. Lo cual no es tan obvio en una tradición en la que ha existido el 'Índice' hasta 1966 y ha producido títulos como 'Novelistas buenos y malos', del P. Ladrón de Guevara (1910).
Todo esto es demasiado grueso y pasado de moda. Pero todavía Juan Pablo II, dirigiéndose a los artistas, distingue entre el arte auténtico, es decir religioso, del inauténtico, el otro.
Las reflexiones de Francisco sobre la literatura se mueven en otro terreno. Aunque el propósito explícito sea resaltar la importancia de leer literatura para la formación de los futuros sacerdotes, las palabras papales sobrepasan esa barrera, dice Marx, para servir de meditación útil a profesores, padres y en suma lectores curiosos.
Francisco considera la lectura un ejercicio espiritual que remueve la conciencia de quien lee, y la literatura como un «gimnasio del discernimiento», donde uno se entrena para no reducir la complejidad del ser humano a dicotomías tipo verdadero/falso, justo/injusto. Marx pone de relieve cómo estas palabras van contra todos los dogmatismos, reaccionarios y también «progresistas». El elogio de la complejidad es central («¿quién no me entiende? –decía Jorge Guillén–, quien me simplifica»). ¿Son transparentes las parábolas del Evangelio? Son literarias. La literatura, incluso la heterodoxa, despierta las almas. Marx pone de relieve que los autores en que se fija Bergoglio no son especialmente católicos: Proust, Borges. Cuando el profesor Bergoglio invitó al papa de las letras –Borges– al colegio de Santa Fe donde era profesor entre 1964 y 1966, no podía sospechar que él mismo llegaría a ser el papa de Roma. A Marx le parece un nuevo capítulo de 'Ficciones'.
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A juicio de Francisco, en toda obra literaria hay ya una semilla del espíritu, la huella de un dios desconocido. Para William Marx, «todo aficionado a la literatura tiene esa fe por lo menos de modo inconsciente: encontrar en la obra que está leyendo por lo menos un germen de salvación».
Más allá de dirigirse a los seminaristas, Francisco quiere hablar de «la importancia de la lectura de novelas y poemas en el transcurso de la maduración personal». En la lectura uno se enriquece con lo que le da el autor y a la vez con lo que le da el florecimiento de su propia persona. Porque la literatura tiene que ver con lo que cada uno desea de la vida, ya que entra en relación íntima con su existencia concreta, con sus tensiones esenciales, sus deseos y sus significados.
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Bergoglio se remite a su citada experiencia docente y recuerda que mientras debía enseñar el 'Poema de mío Cid' los estudiantes le pedían a García Lorca, de modo que decidió que estudiaran el Cid en casa y dar clase de los modernos. Decidió no discriminar ni cerrar ninguna vía de acceso a la literatura. Desde su punto de vista, la Revelación es polifónica y no puede ser empobrecida. Los cristianos deben ver la presencia del Espíritu en la diversidad de la realidad humana, no en la ya caracterizada como cristiana. San Pablo descubre los abismos que viven en el hombre. Quien dice hombre dice Jesucristo «hecho carne, hecho hombre, hecho historia», subraya el Papa. Y de pronto confluye con la 'Oda al SS Sacramento del Altar' de Federico García Lorca: «Es tu cuerpo, galán, tu boca, tu cintura».
Se acuerda de C.S. Lewis para reforzar su elogio de la lectura: leyendo sigo siendo quien soy y me vuelvo miles de lectores. Y de Borges: lo importante es sumergirnos en el texto vivo que encontramos delante hasta oír la voz de alguien, escuchar la voz de alguien: «ecouter la voix de quelqu'un» y el peligro de dejar de escucharla sin incurrir en sordera espiritual.
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Inspirándose en Karl Rahner (yo asistí con Juan Carlos Rodríguez a una conferencia del teólogo jesuita en el Banco de Granada, introducido y traducido por Pedro Cerezo, hacia 1974) y su idea de una afinidad espiritual entre el sacerdote y el poeta sostiene que la palabra poética contiene una nostalgia intrínseca de la palabra de Dios.
Además, como ya se ha apuntado, presenta la literatura como un «gimnasio del discernimiento» que agudiza las capacidades sapienciales de examen interior y exterior del futuro sacerdote. Pero es fácil traducir: de cualquiera que lea. El ejercicio que se hace en ese gimnasio, la lectura, sirve para reaccionar contra lo que Loyola llama «la desolación», el estado del alma oscuro y confuso, sin esperanza, sin amor. Para reaccionar no a través de una lectura edificante, sino asomando a quien lee a un terreno inestable de fronteras borrosas que le obliga a ejercer su discernimiento, y a entrenar la percepción para explorar la verdad de las personas y las situaciones como misterio, como exceso de sentido que no se agota en las explicaciones racionales. El vehículo es la vieja idea de la lectura como 'ruminatio', la «fisiología de la lectura digestiva» que estudió Michel de Certeau en el místico del s. XVII Jean-Joseph Surin.
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El propósito es ver a través de los ojos de los demás, salirnos de nosotros para internarnos en sus profundidades. Traduzco: «Abriéndole al lector una visión amplia de la riqueza y la miseria de la experiencia human, la literatura le educa la mirada en la lentitud de la comprensión, en la humildad de la no-simplificación, en la mansedumbre de no pretender que se domina la realidad y la condición humana por el juicio»
La mirada de la literatura le enseña al lector a renunciar a la dominación crítica y cognitiva de la experiencia, con lo que queda expuesto a una pobreza que a su vez es fuente de una riqueza extraordinaria. Al renunciar a juzgar al otro, el cristiano espera oír la Voz a través de las voces múltiples. Pero el laico igualmente aprende la lección de la escucha de las palabras del otro. El poder espiritual de la literatura se remonta al poder de nombrar el mundo que está en el 'Génesis'.
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Sabemos que cuando nuestro colega y amigo Luis García Montero visitó hace poco al Papa Francisco le regaló la edición del poema 'Grito hacia Roma' traducido a las lenguas de la Unión Europea, editado por el Instituto Cervantes y la Fundación García Lorca. A diferencia de otros antecesores suyos, este «hombre vestido de blanco» no «se orina en una deslumbrante paloma», como el de la invectiva lorquiana, ni responde con muletillas a la urgencia del mundo: busca la respuesta en la literatura y en la poesía. Por eso vale la pena que todo lector se acerque a esta carta pastoral, al margen de su creencia o persuasión íntima.
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