El Ocho de Marzo es el Día Internacional de lucha por los derechos de las mujeres, una fecha que nos convoca cada año a recorrer ... las calles de nuestras ciudades y pueblos, y lo hacemos desde las distintas pancartas, carteles y manifiestos de cada organización, pero en una marea violeta en la que todas somos necesarias y en la que cada vez participan más compañeros, aliados con nosotras en la revolución pendiente. También el Ocho de Marzo es la fecha para participar en un buen número de actos que tienen como denominador común la lucha por la igualdad en sus distintas expresiones y son muchos los encuentros y jornadas, las mesas redondas y conferencias, las películas y los libros en los que, durante estos días, de manera especial, ponemos nuestras reivindicaciones en común y en el centro.
Para mí el Ocho de Marzo es un día para la acción y para la conciencia feminista, porque una de las contradicciones históricas es la contradicción de género, que se expresa en el patriarcado, como conjunto de pactos entre los hombres que luchan por perpetuar sus privilegios, y en el feminismo que es la lucha de las mujeres por conseguir la igualdad. He visto cómo se manifiesta esa contradicción de género en los distintos debates a los que he tenido ocasión de asistir y en todos ellos -en el Partido, en las asociaciones de mujeres, en Mundo Acoge, en el Círculo de Silencio o en la Asociación Ananda de Linares- he encontrado a mujeres en lucha para ser ellas, para ser libres, conscientes de la discriminación de siglos y dispuestas a no dar ni un paso atrás.
La contradicción de género que también pusimos sobre la mesa el pasado lunes en la Biblioteca Literaria Giennense –imposible no pensar que a Virginia Wolf le impidieron la entrada a una biblioteca por ser mujer- en la conferencia 'Mujeres, sujetos literarios'. Y es que tomar la palabra ha sido –y sigue siendo- un objetivo estratégico para las mujeres; en esa estrategia, hemos pasado de ser objetos literarios a ser sujetos que escribimos, y que escribimos sobre nosotras y sobre nuestra forma de concebir el mundo, para explicarlo y para transformarlo: hablamos de Teresa de Ávila, la monja andariega y la escritora mística; de Sor Juana Inés de la Cruz, que buscó su habitación propia en un convento para dedicarse al estudio; de Jane Austen, escribiendo a escondidas en la sala familiar; de Rosalía de Castro, poeta intimista y gran defensora de las mujeres; de Emilia Pardo Bazán, la feminista ilustrada a quien negaron la entrada en la Academia de la Lengua; de las mujeres de la Generación del Veintisiete, tan injustamente olvidadas, y de las que ahora afirmamos nuestro compromiso en la escritura, como Fanny Rubio, y valoramos la conquista, no sin dificultades, del derecho de nombrar y de nombrarnos, de ser sujetos y no objetos literarios.
Sabemos que esa conquista forma parte de la lucha por la igualdad y, por eso, me pareció magnífico que el Instituto de Estudios Gennenses incluyera esta conferencia para que formara parte de la conmemoración del Ocho de Marzo. Creo que plantar cara al patriarcado es rearmarnos de feminismo y una de nuestras mejores armas es la palabra, con la que construimos el mundo, desde nuestra conciencia, con nuestra fortaleza y nuestra ternura. Y en ese universo nuestro, no olvidamos que las mujeres que ahora podemos entrar a una biblioteca, leer y participar en un taller de lectura, ir a la Universidad e impartir docencia, tomar la palabra en un espacio público y escribir un libro, todas somos parte de las batallas y la memoria de otras muchas que, a lo largo de la Historia, han pedido la paz y la palabra, el pan y las rosas: en ellas pienso también cada Ocho de Marzo, porque su ejemplo nos anima y nos compromete a seguir sembrando violetas de feminismo, para cosechar alas de libertad.
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