Hace unos días se ha cumplido el trigésimo segundo aniversario de la muerte de Monserrat Roig, la periodista y escritora catalana con la que tanto ... aprendimos y que se fue demasiado pronto, herida de muerte por un cáncer que acabó con su vida, cuando solo contaba 45 años y le quedaban tantas cosas por escribir y por decir. Mis amigas y yo comentábamos las novelas de Monserrat Roig en los años finales de la década de los setenta y principio de los ochenta del siglo pasado y era como una hermana mayor con la que descubríamos un mundo por el que transitaban hombres y mujeres con sus contradicciones, sus debilidades y sus grandezas y de donde siempre extraíamos alguna cita para seguir comentando en nuestras improvisadas tertulias interminables.
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La primera novela que leí fue 'Tiempo de cerezas', sin saber entonces que el título aludía a un poema de Jean Baptiste Clement, un poeta francés del siglo XIX muy vinculado al periodo revolucionario de la Comuna de Paris.
Después vendrían 'Ramona, adiós' –aunque ésta fue publicada anteriormente– con sus mujeres ingenuas y tristes que se resisten a ver lo que ocurre a su alrededor; 'La ópera cotidiana' y 'La hora violeta', para mí la más explícitamente comprometida con el feminismo, porque es una crítica radical del mundo construido en masculino, como diría Simone de Beauvoir, de la supremacía que han querido mantener los hombres a lo largo de la Historia con las consecuencias de dolor y frustración para las mujeres.
Porque las mujeres, desde la Odisea, quieren amar y ser amadas; no hechizar a los hombres, como Circe; ni retenerlos, como Calypso; ni tejer una jaula sutil a su alrededor, como Penélope; quieren, sencillamente –en el canto de Homero y muchos siglos después– ser libres para vivir, para amar y soñar: salir y volver a Itaca, no ser amantes desesperadas, ni víctimas amadas, ni engañadas ni engañosas, ni objetos preciosos ni objetos despreciables; ser, en definitiva, ellas mismas.
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Hay otras novelas magníficas de Monserrat Roig, como 'La voz melodiosa' –creo que fue la última que escribió–, una lucha titánica de los seres humanos por la felicidad y la belleza, conscientes de que la felicidad y la belleza son el envés del sufrimiento, la imperfección y la decadencia; de que vivir es optar en cada encrucijada por el camino a seguir y hacer camino al andar, con generosidad y con esperanza, porque solo así construimos el futuro.
Pero vuelvo a 'La hora violeta' que es, a mi juicio, un libro de lectura obligada para las mujeres; el título alude a ese momento de la aurora en que dejamos atrás la noche para empezar una nueva jornada y queremos teñirla con el significado que este color tiene para el feminismo: consciencia, lucha, debate, sororidad, pactos entre las distintas y diversas formas de lucha por la igualdad, que las mujeres llevamos a cabo cada día y que, en la última semana, han tenido una significación especial para conmemorar que el 25 de noviembre es el día internacional de denuncia de todas las violencias contra las mujeres.
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En los medios de comunicación, en las redes sociales, en asambleas y reuniones, en talleres, charlas y conferencias, hemos levantado un año más nuestra voz contra el crimen que no cesa y que cada año se cobra la vida de muchas mujeres; esas muertes que son la punta del iceberg de la violencia estructural que impone el patriarcado.
Y las mujeres que, a lo largo de la Historia, hemos participado en todas las revoluciones y en todas las movilizaciones, seguimos haciéndolo, porque si retrocedemos en nuestros derechos democráticos, nuestro retroceso será doble y porque sabemos, que sin nosotras no habrá revolución. Hemos aprendido con Monserrat Roig que «solo cuando te hayas sabido mirar a ti misma, aprenderás a mirar lo que te rodea». Y eso, desde una conciencia de transformación social, se llama feminismo.
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