Hay una novela de Ian McEwan protagonizada por personas y robots en la que estos empiezan a suicidarse al no comprender la lógica que anima ... al comportamiento humano. Básicamente, no entienden lo del 'lecciones vendo que para mí no tengo'. Las inteligencias artificiales escuchan lo que dicen los humanos, leen y estudian sus palabras, escritos y discursos y, al ver lo que luego hacen realmente, les resulta insoportable por ininteligible, ilógico, absurdo y sin sentido. Entonces se deprimen y abandonada toda esperanza, se quitan de enmedio.
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«Vaya forma de celebrar San Valentín», estará usted pensando. Deme la oportunidad de reconducir este tenebroso arranque hacia el amor… o algo que se le asemeje.
Hace unas semanas les hablé de la exposición del Centro José Guerrero en la que se cuenta una historia de amor, o algo parecido, entre el autor de la novela expuesta, Jorge Carrión, y un algoritmo. ¿Han visto 'Her', de Spike Jonze? Tampoco se parecen tanto ambas historias, pero se la recomiendo como película de amor en los tiempos de las máquinas, idónea para este Día de los Enamorados.
El caso es que —y aquí viene un necesario spoiler de la exposición, amable lector— hemos convertido a las máquinas en nuestras enemigas. A la ficción especulativa me refiero. Cada vez hay más cuentos, novelas, películas, tebeos, series y podcasts en los que las máquinas se rebelan y conspiran para terminar con el ser humano de mil y una maneras, a cada cual más cruel y despiadada. Teniendo en cuenta que las máquinas son nuestra invención y que tenemos la responsabilidad de educarlas, ¿no estaremos llevándolas por el mal camino al identificarlas con una amenaza constante? A ver si de tanto especular con lo pérfidas que pueden ser, las máquinas van a optar por demostrarnos que sí, que de tan listísimos, ingeniosos y temerosos que somos… nos merecemos la extinción.
Este año, los Premios Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA han premiado a Judea Pearl en la categoría de Tecnologías de la Información y la Comunicación por su empeño en 'enseñar' a la Inteligencia Artificial. En educarla. El científico lo explica así: «Los ordenadores deben considerarse como una nueva generación de niños a los que formamos y educamos con la esperanza de que se ajusten al sistema de valores de sus padres y profesores».
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¿Qué tal si cambiamos el paso y empezamos a querer a las máquinas? Hoy más que ayer, pero menos que mañana.
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