Es algo imprescindible. Todos los seres vivos necesitamos del alimento para subsistir. Y, cuando uno ha tenido que pasar hambre –pongamos hacer dieta–, el cuerpo ... nos ha reclamado el alimento de manera acuciante. Por fortuna, lo de pasar hambre por no disponer de alimentos es algo que pertenece más bien al pasado. Por mucho que se hable de ello, yo veo con frecuencia comida en buen estado abandonada; de modo que mucha hambre no debe de haber.
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Lo curioso de esto de alimentarse es que, entre los humanos, se producen casos en los que esta fórmula matemática –comer es igual a subsistir– se pone en cuestión. Y lo peor es que son los propios afectados los responsables de la situación. Dicho en términos más claros: entre los humanos se dan lo que se ha dado en llamar 'trastornos de conducta alimentaria'. ¿Y quién no ha oído hablar de anorexia o de bulimia? Son los dos trastornos más graves tipificados. Por desgracia, estamos en una etapa en la que estos trastornos han aumentado entre la población. Y, aunque se discuta la causa, todo apunta a que es una de las consecuencias de la pandemia última. Así se lo decía el otro día la psicóloga Rosa Agüero a la periodista Anuska Benítez. Concretar algo más supone atribuir al episodio del confinamiento la causa de todo. Me atrevo a decir que, ni mucho menos, es lo único en lo que nos ha perjudicado ese aislamiento. Tiempo habrá para que conozcamos otras consecuencias de lo que nos impusieron -y con toda razón- las autoridades sanitarias; era necesario.
Otro dato que he conocido, gracias al trabajo de Anuska en IDEAL, es que la edad de los trastornos alimentarios ha bajado sensiblemente. Y, además, que está afectando a los varones; lo que no ocurría antes. Sobre estos cambios, disculpe si apunto una idea (probablemente equivocada, pero estaría mal que me la reservara). Y es que, desde hace ya algún tiempo, vengo observando –a mí me lo parece, al menos– que esa etapa del crecimiento que conocemos como 'pubertad' se está adelantando. Es más, considero que las etapas de mayor vigencia social –por decirlo de alguna manera– se están ampliando. Los que hemos vivido otras épocas, recordamos bien a qué sector de la población se le consideraba la vejez. Hoy día, muchos de estos 'viejos' seguimos produciendo de alguna manera, lo que nos mantiene –en cierto modo, claro– dentro del sector útil de la población.
Pero volvamos al tema principal: lo de la alimentación y los trastornos de las conductas relativas a la misma. Aunque conductas inadecuadas en alimentación las ha habido siempre, tanto la anorexia como la bulimia son algo que se ha dado a conocer en la sociedad moderna. Puede que, también antes, hubiera gente que dejara de comer por considerarse injustificadamente gorda. O que ingiriera más comida de la necesaria para vomitarla después. Pero dudo de que fueran tantos como los que se registran hoy en día. Y eso está ocurriendo en lo que se considera la etapa más evolucionada de la humanidad, en donde más eficazmente se busca y se logra el 'estado del bienestar'.
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Por último, debo añadir otra consideración. No quisiera pensar que haya gente que no simpatice de algún modo con las personas a las que afectan estos trastornos. Demasiado problema tienen las criaturas.
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