Este crónico empecinamiento
La terquedad hispana sigue hoy apabullante.
Alfredo Ybarra
Jaén
Martes, 24 de junio 2025
¡Cuánto empecinamiento!, ¡Cuánta obstinación! se respira especialmente en nuestra espesa atmósfera actual. Siempre ha sido uno de nuestros rasgos definitorios y sobre todo en ... los rebordes carpetovetónicos. La terquedad hispana sigue hoy apabullante recordándonos el cuadro de Francisco de Goya «Duelo a garrotazos», una de sus Pinturas negras, que realizó entre 1820 y 1823 y que representa a dos hombres luchando con garrotes, enterrados hasta las rodillas en un paisaje desolado. Esta pintura ha sido vista desde su creación como la lucha fratricida entre españoles (en época de Goya entre liberales y absolutistas), la combativa disputa entre las dos Españas.
Molière apuntaba que no hay virtud que sea obstinada. Y aunque tenemos otros muchos valores, cultivamos algunos grandes y crónicos pecados, caso del empecinamiento, una lacra demasiado inoculada hoy en nuestra sociedad. Creemos ser firmes y resolutivos, pero en realidad somos empecinados.
Leo en el Diccionario panhispánico del español jurídico la definición de empecinamiento: Acción de mantenerse excesivamente firme en una idea, intención u opinión, generalmente poco acertada, sin tener en cuenta otra posibilidad. En el Diccionario de uso del español, de María Moliner, empecinar se define como obstinarse en una idea o propósito, mostrando terquedad y persistencia excesiva. En otras palabras, el empecinamiento implica un inmovilismo poco razonable, ignorando las consecuencias o alternativas. Es sinónimo también de testarudez, obstinación, obcecación, cerrazón, pertinacia, cabezonería.
En su Diccionario, María Moliner, con la definición y las acepciones de una palabra incorporaba una lista de voces y frases relacionadas. El catálogo de la voz obstinación es exuberante. Todos sabemos lo que es un obstinado, un terco, un tozudo. Pero quizás no todos somos conocedores de la cantidad de palabras y expresiones relacionadas. Por ejemplo, acérrimo, baturro, borrico, cabezón, cerril, contumaz, fanático, impersuasible, duro de mollera, intransigente, irreductible, obcecado, pertinaz, recalcitrante, tenacero… Cabe añadir que las expresiones que describen la obstinación no son menos abundantes. Por ejemplo: amacharse, cerrarse en banda, coger una perra, no apearse del burro, no dar brazo a torcer, emborricarse, empeñarse, emperrarse, enrocarse, entecarse, necear, mantenerse en sus trece, seguir erre que erre, …
Y es que no podemos enmascarar el empecinamiento con la determinación, que nos habla de una persona con capacidad de decisión, resolutiva, osada, con valor, con atrevimiento. Aptitudes que son buenas para la vida, porque la decisión nos habla de firmeza de carácter. La cualidad de ser resolutivo significa que una persona toma decisiones rápida y eficazmente. Y la osadía nos habla de alguien que es atrevido, audaz, valiente.
De algún modo nos contextualiza el pesimista y acertado diagnóstico que hizo Unamuno de España, que tanto se adapta a la brutalidad de la guerra civil como a esta sociedad tensionada e irascible de 2025: «Nunca habrá paz para nosotros». Los españoles no están hechos para que sus ideas engranen entre sí y puedan establecer términos de acuerdo. Cada idea crea a su alrededor una membrana de repudio; «estas gentes», proclamó el por antonomasia rector salmantino en una carta a Joan Maragall, «tienen un cerebro cojonudo. Quiero decir que en la mollera en vez de sesos tienen testículos». Y conocida es la sentencia de Antonio Machado que dice que: «es propio de hombres de cabezas medianas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza». Es tal la obstinación montaraz en la que se ha enrocado nuestra política, que podríamos poner cientos de ejemplos de su desatino. ¿Cabría hoy una ley educativa de consenso entre los diferentes actores sociales y políticos que perdure y sea efectiva? Con este empecinamiento actual en la forma de hacer política, me temo que no hubiera llegado a buen puerto (al menos en el tiempo y actitudes con que se hizo) una Constitución tan bregada como la del 78.
Decía el poeta Alexander Pope que el hombre obstinado no posee opiniones, sino que es poseído por ellas. El empecinamiento es el fracaso de la razón y crece en la poquedad de espíritu. Así nos va.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión