Un mundo suspicaz
La confianza habita de forma implícita en gran parte de las actividades que hacemos a diario.
Alfredo Ybarra
Jaén
Martes, 17 de junio 2025, 23:49
Vivimos en un mundo cada día más impersonal, en un universo vago, nos cuesta compartir, identificarnos con los sentimientos de los otros. Cada vez más ... nos encastillamos obstinadamente en nuestras ideas, sin atender a razones. Los problemas de los demás no nos importan demasiado, o lo justo para generar un aparente vínculo, o una falsa compasión o solidaridad. Reina en general la desconfianza. Nos hemos vuelto extremadamente suspicaces Ya saben, la suspicacia es esa actitud o tendencia a desconfiar de las intenciones y acciones de los demás, incluso en ausencia de argumentos claros.
A veces un poco de cautela o precaución es bueno, no viene mal: es natural encontrarnos con situaciones en las que podemos sentir recelo, esto no es necesariamente negativo. Sencillamente es un mecanismo de supervivencia, protección y prevención. Nunca ha sido dañino un cierto grado de prevención al tratar con la gente y confiar en alguien. El refrán «Mira bien de quien te fías, que hay en el mundo mucha falsía» alude a que hay en todas partes bastante engaño e hipocresía. Es un recordatorio de que no se debe ser ingenuo y que es importante ser selectivo con a quién se le da la confianza. Yo mismo, si miro mi propia vida, creo que no he llegado todavía a aprender del todo, y en muchas circunstancias he sido y soy demasiado incauto. Aunque el arrepentimiento es parcial por la necesidad que a la vez tengo de intentar ser condescendiente, comedidamente confiado, ante los aconteceres ajenos.
Desde que tenemos conciencia humana, es la confianza, más que el interés, la que afianza verdaderamente nuestras relaciones grupales. La confianza habita de forma implícita en gran parte de las actividades que hacemos a diario. Confiamos en nuestro peluquero, en el mecánico de nuestro coche, en el dentista,…
Pero no siempre nuestra emocionalidad tiene una respuesta lógica o proporcionada. En ocasiones estamos en un estado excesivo de sospecha y alerta, con interpretaciones y anticipaciones tremendistas, que no se ajustan a la realidad. En la actualidad la suspicacia general ha crecido alarmantemente y controla en buena medida nuestro juicio, nuestro bienestar y las relaciones con los demás. Vivimos en un mundo donde la información circula rápidamente, pero a menudo es difícil discernir la verdad de la falsedad, lo que genera incertidumbre y desconfianza. Además, nos desborda una gran vorágine de mensajes crispados, negativos, negacionistas, populistas, irritados, que remueven todas las esferas de la vida, dificultando emociones y vínculos basados en la confianza y la perspicacia. La sospecha nos abduce y nos lleva a interpretar los hechos y las interacciones sociales de manera negativa, asumiendo que hay motivos ocultos o maliciosos detrás de ellos.
Hay una frase atribuida al poeta satírico romano Juvenal que es muy esclarecedora: «Confiar en todos es insensato; pero no confiar en nadie es neurótica torpeza».
En el maremágnum que provoca este receloso estado permanente nos ofuscamos con las anteojeras del desvarío intentando poner palos de desconfianza en las ruedas de las cosas, y, por ejemplo, como dijo Montaigne en sus Ensayos, da más quehacer interpretar las interpretaciones (¡ah! las dudas, las tergiversaciones y malentendidos «eso que se ha dicho y que a mí me han dicho»,…) que dilucidar las cosas directamente, desde la razón, desde sus veneros de levante. En pocas palabras, además, se puede afirmar que la desconfianza crónica es una señal de miedo e inseguridad y pretende ser un escudo protector. En su libro Conductas y Actitudes, el psiquiatra y escritor Carlos Castilla del Pino se expresaba sobre el tema, señalando que la envidia, que es un vicio nacional, tiene una muy grave consecuencia en forma de hipersensibilización narcisista: la suspicacia.
Es difícil construir sobre cimientos de desconfianza. Ya lo apunta el dicho popular: «Desconfía de los desconfiados porque no son de fiar». Y es que aprender a confiar en nosotros mismos y en los demás es una de las tareas más difíciles de la vida.
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