
Impostura cultural
Esa Cultura, en mayúscula, debería fomentar la cultura en minúscula en su sentido más constructivo.
Alfredo Ybarra
Jaén
Martes, 4 de febrero 2025, 22:17
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Alfredo Ybarra
Jaén
Martes, 4 de febrero 2025, 22:17
Por todos lados se escucha la palabra cultura. Es un producto prolífico, con mucho márquetin. Sin embargo, cuando quiero pensar o sentir la Cultura, y aunque la locución tiene muchos significados interrelacionados (es un término polisémico), hay un medular y aceptado significado al hablar de ... ella con mayúsculas (cultura cultivada o legitimada) la del saber literario, histórico, artístico, musical, etc.; la de ese conjunto de conocimientos que nos permite desarrollar el juicio crítico; esa cultura que es decantada educación. Esa Cultura, en mayúscula, debería fomentar la cultura en minúscula en su sentido más constructivo. La Cultura tendría entonces que impulsar el desarrollo individual, la cohesión social, la reflexión, el debate y servir de encuentro con nuestro lado más instintivo, emocional y primitivo.
Durante siglos la anticultura arropada en mil doctrinas descalificó, censuró y abatió a muchos creadores, a preclaros pensadores, y a perspicaces grandes científicos. Se atribuye erróneamente al ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, la frase «Cuando oigo la palabra cultura, echo mano a mi pistola». Tal afirmación procede de otro autor nazi, Hanns Johst, que la usó para ridiculizarla. Los nazis no es que estuvieran en contra de todo lo cultural, sino que detestaron cualquier cultura que no emanara de sus dictados (sabían perfectamente la enorme importancia que tiene, manipulándola, en la política)
La cultura se ha convertido en un producto que se consume y con el que se mercadea. Un entretenimiento banal, eso sí, con mucha pompa. Nos encontramos entonces con una concepción de la cultura donde ésta no tiene nada de cultural, nada de encuentro sublime con un misterio conmovedor. Estamos en un ambiente donde predomina la anticultura. Umberto Eco en su libro Apocalípticos e Integrados aborda el tema de la cultura de masas e indica que esta es la anticultura y un signo de derrumbamiento, de apocalipsis. Aquí y allá, en cualquier foro, en redes, en páginas de cultura y coloquios, en actos de todo tipo, la usurpación y el expolio del terreno son evidentes y asoman muy poco las voces decisivas.
En un país lastrado por el sensacionalismo, por el eco del grito: 'vivan las cadenas', por la permanente trifulca, especialmente la política, por lo banal, el consumismo impaciente, el 'fast life' o vida rápida y el 'fomo' o miedo a perderse algo, la Cultura entendida como búsqueda y riesgo, como crítica y reflexión interior, como estremecedora elevación estética, se menosprecia y se desecha en los proscenios públicos. Por lo general, nos encontramos ante subproductos culturales, más cercanos al pasatiempo y al pastiche que a la creación y al humanismo propiamente dichos. Cultura hamburguesada en una feria de las vanidades que se lleva de calle al conformismo de una grey capada. Escritores menudos que se arrogan excelsitud, poetas que no se sostienen en sus versos, 'parapoetas' en boca de Álvaro Valverde; prebostes que se revisten de sacerdotes ilustrados sin ocultar su vacuo pelaje, neo puritanos, pacatos, barateros grandilocuentes... Una extendida opereta, unos focos, un postineo; infantilismo, cutrez, apreciaciones anoréxicas, la masividad superficial en tantas cosas. Una parodia que se mofa de la inteligencia.
Solo la Cultura propicia individuos completos. En griego la cultura era la 'paideia', es decir, la educación, que es el fundamento de nuestra existencia. Un hombre educado acepta o rechaza, discute y reflexiona, sabe buscar respuestas, sabe contemplar en lo arcano, se turba ante la auténtica belleza.
La singularidad y la independencia se convierten en atributos casi inusuales. Parece que todo deba bailar al ritmo de unos anodinos estándares. En la era digital, la lección de los grandes escritores: Cervantes, Lorca, Machado, Galdós, Unamuno, Quevedo, Juan Ramón, Delibes, Cernuda,… se difumina. Cada día estamos más lejos de las exigencias profundas y elevadas que el hombre se ha planteado desde que tiene conciencia de sí mismo. La anticultura nos desvanece como individuos y como civilización.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.