Navidad en Granada
Enriqueta en la Trinidad: allí donde conocen tu nombrePilar Serrano ha sucedido a su madre, Enriqueta, en el quiosco de pan de una de las plazas más céntricas de Granada. Ni se sabe cuánto pan despacha al día. Como si fuera el bolsillo de Doraemon, de las profundidades de su reducido espacio siguen saliendo barras
Hace algunos años hizo fortuna en televisión una serie que retrataba un bar de Boston llamado 'Cheers'. La canción que servía como introducción a cada ... capítulo se llamaba 'Where everybody knows your name'. En román paladino, 'Donde todos conocen tu nombre'. Algo así ocurre con el quiosco de pan de la plaza de la Trinidad. Todavía, en el toldo, se puede leer el nombre de Enriqueta, la fundadora, quien durante medio siglo, en las buenas y en las malas, que las hubo, muy malas, atendió con puntualidad a sus clientes cada día, llamándoles por su nombre. Desde hace 13 años es su hija, Pilar Serrano, quien cuando te aproximas al mostrador de vidrio que se abre en uno de los lados del minúsculo cuadrilátero que constituye su espacio de trabajo, sabe perfectamente qué quieres, si tu mujer ha dejado pagados 15 bollos (y te echa alguno de regalo), quien te pregunta por cómo está tu padre o te dice que hace una semana que no te ve.
Publicidad
Los parroquianos, como aquellos del bar de Boston, abren el círculo para verse las caras y para verla a ella, que, cual malabarista, saca de cualquier rincón una barra de pan recién hecho. El 'pata negra', por ejemplo, uno de sus mayores éxitos. O los bollos alargados, idóneos para el bocadillo que te saca de un apuro. O las empanadillas de atún con tomate. También tiene patatas fritas de la antigua Conchi o décimos de Lotería del Niño, porque es Navidad, los cuales el día en que la visitamos no puede servir. «Me los he dejado encima de la mesa del salón», dice. «No te olvides de guardarme uno», le responde un cliente. Y no lo apunta. No le hace falta. Tiene una memoria prodigiosa que incluye 'fichas' completas de todos sus compradores habituales sin necesidad de ninguna base de datos. Lo suyo es inteligencia natural, nada de artificial.
«Con mi madre, esto era un supermercado en pequeño. Luego, nos quedamos con el pan y poco más», relata Pilar. «Me dicen que no quieren que se pierda esto. Y nosotros les decimos que mientras existan panaderos, aunque estén algo 'quemaíllos'... seguiremos aquí». Para ella, el quiosco es mucho más que un negocio. «Es como si fuéramos una familia; nos conocemos de toda la vida», señala. La suya propia sería difícil de relatar sin estos cuatro metros cuadrados. «Mi madre salía siempre antes de las ocho de la mañana y volvía a las once de la noche. Comía aquí, tenía su televisión aquí... Nosotros la veíamos bien poco. De hecho, a mí me crio mi hermana mayor, en la casa que teníamos muy cerca, en Lavadero de las Tablas».
El quiosco de Enriqueta sigue vendiendo pan 'de verdad', a su precio justo. Nada de precocidos que al rato se pueden estirar cual chicle. Cuando tocas alguna de sus barras, cruje con ese sonido familiar que tienen las cosas hechas como se debe. Con tal producto, y con tal dispensadora, no es de extrañar que durante toda la mañana, el flujo de clientes no mengüe. Porque ya quedan muy pocos lugares donde conozcan tu nombre.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión