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Sánchez y Torra, junto a la fuente e los encuentros de Machado y Guiomar. R. C.
La fuente de Guiomar y una botella de ratafía para relajar

La fuente de Guiomar y una botella de ratafía para relajar

Sánchez y Torra intercambian gestos amistosos para liquidar una glaciación política de más de dos años

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Lunes, 9 de julio 2018, 21:46

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¿Curiosidad intelectual o gesto de desagravio? Quim Torra tenía un especial interés en visitar el rincón de los jardines de la Moncloa en el que Antonio Machado mantenía sus encuentros amorosos clandestinos con Pilar de Valderrama a finales de los años veinte y primeros treinta. Pedro Sánchez satisfizo su curiosidad y el último tramo de la reunión que mantuvieron este lunes lo hicieron dando un paseo hasta la fuente, en uno de cuyos bancos aledaños la pareja tenía sus citas secretas. El clima ya se había distendido antes con los regalos del presidente de la Generalitat al anfitrión, una botella ratafía, un licor tradicional de algunas comarcas de Cataluña, y dos libros.

Torra trasladó a Sánchez cuando coincidieron en la inauguración de los Juegos del Mediterráneo en Tarragona el 22 de junio su deseo de visitar el lugar. Dicho y hecho. Al final de la reunión aprovecharon que el calor de Madrid no estrangulaba como suele hacerlo en julio para acercarse a la fuente. Allí se reunía el poeta con la también escritora, 16 años menor que él e infelizmente casada con un ingeniero. Se vieron durante ocho años, hasta 1935. Fue una relación platónica en aquellos jardines de la Moncloa, que entonces eran públicos, y que Machado trasladó a los versos de 'Canciones a Guiomar'. La identidad de la mujer fue un misterio hasta que Valderrama lo contó en sus memorias, 'Sí, soy Guiomar', publicadas en 1981, dos años después de su muerte.

Los dos presidentes departían junto la fuente, cuando aparecieron las dos hijas de Pedro Sánchez con Turca, la perra, y unas amiguitas rumbo a la piscina. Se acabó la visita. Es curioso que el presidente catalán mostrara su interés por Machado, un exponente de la generación del 98 que ha sido vilipendiado por anticatalanista en algunos municipios gobernados por los independentistas. O quizá fuera por ello, para enmendar desmanes.

Diplomacia literaria

Los portavoces de la Moncloa solo tuvieron palabras amables para la corrección y educación de Torra, que llegó a la cita con una botella de ratafía, un licor dulce de nueces verdes y hierbas aromáticas macerado en alcohol. Es una vieja tradición de algunas comarcas catalanas, pero que ahora ya se comercializa a nivel industrial.

Dentro del lenguaje florentino de la diplomacia literaria, hay que escudriñar entre líneas las intenciones del presidente catalán al obsequiar a Sánchez, junto al licor, dos libros. 'Imago Catalonia', un compendio de mapas de Cataluña desde la Edad Media, y 'Aran, un país', un volumen de fotografías del Valle de Arán. No eran inocuos, pero nada que ver con el calculado presente del presidente de la Generalitat al rey Felipe VI durante aquella inauguración de los Juegos del Mediterráneo, el libro 'Dies que duraran anys', una recopilación de fotografías de las cargas policiales durante el referéndum del 1 de octubre.

El que sí fue inocente fue del presidente del Gobierno, otro libro con una historia del palacio de la Moncloa. Muy distinto del que Mariano Rajoy entregó a Carles Puigdemont en su primera y única visita a la Moncloa el 20 de abril de 2016. El presidente catalán se llevó una edición facsímil de la primera edición de la segunda parte de El Quijote, que recoge, entre otras peripecias de Alonso Quijano, su llegada a Barcelona, cuando ve el mar por primera vez, y recupera la cordura perdida con la lectura de libros de caballerías.

Entre los regalos y el colofón del paseo, la entrevista de dos horas y media fue cordial, según ambas partes. Torra llegó con el lazo amarillo en la solapa, símbolo de la solidaridad con los dirigentes independentistas presos y su lenguaje corporal denotaba empatía hacia el anfitrión. Pero hasta cierto punto. Su posterior comparecencia ante los medios de comunicación para dar su punto de vista de la reunión tuvo lugar en la librería Blanquerna, sede de la Generalitat de Cataluña en Madrid. No fue algo excepcional porque sus antecesores Artur Mas y Puigdemont siempre rehuyeron tras sus visitas la fotografía con el escudo y la leyenda del palacio de la Moncloa como telón de fondo.

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