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Rajoy, junto a Barberá, Camps y Rus en un acto en 2011.
Rajoy ya no contiene sus filas

Rajoy ya no contiene sus filas

Los presidentes regionales del PP marcan nuevas pautas en materia de corrupción y exigen contundencia

Nuria Vega

Domingo, 18 de septiembre 2016, 12:28

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 Pido disculpas en nombre del PP por haber designado en puestos de los que no eran dignos a quienes en apariencia han abusado de ellos». La intervención de Mariano Rajoy en la sesión de control del Senado el 28 de octubre de 2014 sorprendió tras el escándalo por la operación Púnica. El escenario elegido evocó, además, el pleno en el que un año antes el presidente del Gobierno había admitido el error de confiar en su extesorero Luis Bárcenas. Eran los tiempos en los que el PP acusaba el desgaste del goteo de casos de corrupción, pero sin que dirigentes, barones y cuadros medios hubiesen llegado a plantarse. Entonces, Rita Barberá lo cambió todo.

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Hace seis meses, el 15 de marzo, la exalcaldesa de Valencia compareció en rueda de prensa. Aceptaba ir a declarar ante el juez que instruye el caso de supuesto blanqueo de capitales en el Ayuntamiento de la ciudad, pero reiteraba su inocencia y se negaba a dimitir. Las explicaciones dejaron «tranquilo» a Rajoy, aunque no a su equipo de dirección. Los populares pasaron del anonimato de las «fuentes del PP» a las declaraciones a micrófono abierto, y el vicesecretario de Acción Sectorial, Javier Maroto, puso voz al malestar interno. La intervención de Barberá no le había gustado y le resultaba «insuficiente». «Algunos nos hemos quedado con ganas de más», suscribió su compañero en la cúpula, Pablo Casado.

La brecha había comenzado a abrirse. Mucho se escribió sobre la fractura generacional en el PP y si las nuevas generaciones de dirigentes se sentían más identificados con lo que representaba Ciudadanos que con la vieja guardia popular. En realidad, nunca se ha tratado de edad, sino de la forma de entender la política. Quienes no han estado al mando del partido en los últimos años y no arrastran, por lo tanto, ninguna hipoteca, no ven por qué permitir que las sospechas que han recaído sobre Barberá o el exministro de Industria, José Manuel Soria, tengan que afectar a la reputación del PP. Exigen contundencia y firmeza frente a la tesis de Rajoy de examinar «caso por caso» y ser paciente para no cometer injusticias.

La delicada situación política actual, con la investidura pendiendo de un hilo y la duda sobre si a los populares les será posible conservar la Moncloa, ha avivado la necesidad de actuar con diligencia ante cualquier posible escándalo. Por un lado, la imagen de limpieza se hace indispensable para mantener la candidatura de Rajoy, intentar conservar el apoyo que Ciudadanos dio a su reelección y atraer nuevas complicidades que garanticen al presidente los 176 votos que requiere en el Congreso para gobernar. Pero además, si las negociaciones se frustran y la alternativa no se sustancia, la prioridad será no perder la conexión con el electorado en un otoño difícil en lo judicial para el PP.

Romper el silencio

Este es el contexto en el que deben enmarcarse los movimientos de los barones y su hartazgo ante la erosión continua. El 2 de septiembre a las 20:55 un nuevo hito marcó la historia del partido. El comunicado en el que el Gobierno anunciaba la candidatura de Soria al Banco Mundial revolvió a los populares. Rosa Valdeón, que días después dimitiría como vicepresidenta de Castilla y León por triplicar la tasa de alcoholemia, abrió el camino. La designación, advirtió a través de las redes sociales, le causaba «vergüenza ajena». Horas más tarde, presidentes autonómicos como Cristina Cifuentes o Alberto Núñez Feijóo reclamaban explicaciones sin entender la decisión del Ejecutivo.

Rajoy, acostumbrado a un PP monolítico, acabó enmendando el error cuatro días después. Los barones habían ganado la primera batalla y, sobre todo, comprobaron su fuerza incluso en estado transitorio, con la mayoría de las estructuras territoriales pendientes de renovación.

La tormenta se había apaciguado cuando el martes el Tribunal Supremo abrió la causa sobre el presunto blanqueo de capitales en el Ayuntamiento de Valencia. Barberá aguantó un día entero el pulso con la dirección. Pero los populares no callaron ni antes de que la exalcaldesa aceptara dejar el partido, ni después de conocer que se resiste a marcharse del Senado. Los vicesecretarios Maroto y Casado, barones como Cifuentes, Alfonso Alonso, Pedro Sanz o Xavier García Albiol y hasta el ministro de Economía, Luis de Guindos, coincidieron en reclamar el escaño y escenificaron que su percepción de lo que la ciudadanía exige dista de la que mantienen la secretaria general, María Dolores de Cospedal, o el propio presidente.

Algunos dirigentes reconocen en privado que no sólo está en juego el Gobierno, sino también el partido, pero eso sí, las filas están cerradas en torno al jefe del Ejecutivo. Puede que los barones ya no admitan determinadas conductas, pero dos elecciones generales después y a la espera de conocer en manos de quién queda la Moncloa, nadie osa cuestionar el liderazgo de Rajoy como candidato a la Presidencia.

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