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MARÍA JOSÉ TOMÉ
Martes, 18 de agosto 2015, 00:35
Miguel Ruiz tenía 29 años y la habilidad y sangre fría que se le presuponen a un recortador. Su especialidad era la colocación de anillas, una peligrosa y antigua modalidad de la tauromaquia que consiste en ensartar unos aros de colores en los cuernos del astado. El domingo saltó a la plaza portátil instalada en localidad navarra de Lerín para participar en una demostración, una más. Salió seguro al coso pero tuvo mala suerte: justo cuando trataba de zafarse de una vaquilla, resbaló junto al burladero. La res no desaprovechó la ocasión para empitonarle en el abdomen con fatales consecuencias.
Miguel es la última de las diez víctimas mortales que los encierros y sueltas de vaquillas se han cobrado este verano en España, considerado ya como el más trágico de las últimas dos décadas. Especialmente negro ha sido el pasado fin de semana, prolijo en festejos populares con motivo de la festividad de la Virgen, en el que se han contabilizado nada menos que cuatro fallecidos. Un dramático balance que ha vuelto a poner el foco en la seguridad de unos espectáculos en los que el riesgo no solo llega por parte del toro, sino también de la mano de las conductas imprudentes y temerarias de muchos aficionados.
La negra estadística arrancó el pasado 24 de junio, cuando un hombre de 43 años falleció tras recibir varias cornadas durante la lidia tradicional del toro de San Juan en Coria (Cáceres). Al día siguiente corría la misma suerte un vecino de L'Ampolla (Tarragona) que había resultado herido durante la celebración de un toro embolado. Julio se abría con la muerte de un hombre de 54 años en los festejos taurinos del barrio del Grau, en Castellón. El día 12, un turista francés de 44 años perdía la vida tras ser corneado por un toro en Pedreguer (Alicante) mientras grababa el encierro con su teléfono móvil.
Agosto está resultando especialmente trágico: poco más de mediado el mes ya se contabilizan seis víctimas mortales. El día 4 moría un anciano de 89 años que presenciaba el encierro de las vaquillas en Gata de Gorgos (Alicante); a pesar de estar en una zona acotada y protegida, una res metió la cabeza entre los barrotes y le golpeó con tan mala fortuna que cayó al suelo y se desnucó. Cinco días después, otro joven repitió la misma imprudencia que le costó la vida al turista francés: inmortalizaba con el teléfono móvil un encierro en la localidad toledana de Villaseca de la Sagra cuando no se percató de que un toro se le echaba encima por detrás. Dos fallecidos a los que hay que sumar las cuatro cogidas mortales del pasado fin de semana en sendos encierros celebrados en Museros (Valencia), Blanca (Murcia), Peñafiel (Valladolid) y Lerín (Navarra), donde moría Miguel, el recortador de Calahorra. Hoy se celebrará su funeral.
A las víctimas de este verano hay que sumar una más, la de un joven que falleció en mayo corneado por una vaquilla en Benissa (Alicante). Con 11 muertos, 2015 ya ha arrebatado a 2009, con 10, el primer puesto en la lista de mayor número de víctimas mortales en estos festejos desde 2000. El año pasado fue, por contra, el de menor mortalidad: tan 'solo' hubo que lamentar un fallecido, mientras en 2013 se contabilizaron cuatro.
Es evidente que en un espectáculo con un toro suelto no hay riesgo cero, pero hay factores que inciden a la hora de que acabe en tragedia. La masificación, la inexperiencia de los participantes, el abuso del alcohol y otras sustancias, así como el cansancio tras una noche de juerga, son circunstancias que podrían explicar muchas de estas muertes. También la falta de seguridad de los recintos que, en demasiados casos, son montados por peñas de aficionados con más voluntad que pericia.
Uso del móvil
En dos casos, las muertes podrían haberse evitado si las víctimas hubiesen tenido la precaución de guardar el móvil en el bolsillo. En los últimos años, el uso de los teléfonos se ha convertido en uno de los principales problemas de seguridad en estos festejos: la afición a los 'selfies' y la tentación de fardar por 'whatsapp' de haber corrido delante de los astados ha desatado las alarmas entre los ayuntamientos y organizadores de los encierros. Además de jugarse la vida, quienes sacan un móvil delante del toro se enfrentan a sanciones que en algunos casos superan los mil euros.
El Consistorio de Pamplona fue uno de los primeros en regular esta cuestión, preocupado por la popularización de esta peligrosa moda en los sanfermines. La sanción por fotografiarse en un encierro oscila entre los 715 y los 1.500 euros, cantidad que puede elevarse hasta los 3.000 si se pone en peligro la seguridad de la carrera.
A la vista de los dramáticos datos, ya se han alzado algunas voces que reclaman la prohibición de estos festejos, como la de la Plataforma Antitaurina de Valencia (PAPV), comunidad donde donde los 'bous al carrer' (encierros) se han cobrado cuatro vidas este verano. «Es una tragedia», considera su portavoz, Toni Moreno. «El riesgo para los espectadores es, incluso, más elevado que para quienes corren delante de los toros, dado que la mayor parte de las embestidas mortales suelen producirse junto a las protecciones», concluye.
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